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Obra de Octavio Moctezuma para Cultura en Bicicleta.

En nuestro mundo del zapping, parece que no hay tiempo que perder: dedicamos en promedio a una obra menos de 10 segundos contra 42 hace apenas 14 años. Para una obra como Bici Urbe, es preciso recuperar algo de tiempo y detener la vista, para regocijarse y deleitarse. También importa la distancia entre el espectador y el cuadro, como en un duelo de capa y espada: mejor no tan lejos , en este caso, ya que este oleo y temple es de pequeño formato y lleno de detalles significativos. Dos rostros de mujeres aparecen de perfil y paralelos. La forma global es circular, se distingue una piedra y el eje de un pedal, al parecer entre los grises hay muros.
Las tonalidades que desde lejos se veían oscuras y sordas, pierden de su opacidad y se ven no propiamente alegres, pero sí más serenas. Hay la impresión, por la parte de arriba a la izquierda, de que uno puede escapar de la urbe. La impresión general es de flexibilidad.
Los contornos están subrayados y el impasto no está tan fuerte como parecía. Se nota también que el pintor busca liberar las formas de su aspecto habitual, que se dedica a jugar con las diferentes capas de color, con los contrastes entre las manchas, en la veta del arte informal de Jan Fautrier por ejemplo, en el que “cada artista deja toda la libertad a lo imprevisto de las materias”. Esta importancia de la libre expresión de la pintura, que en cierto momento parece escapar a su creador, tiende a provocar una emoción que el arte abstracto, cuando surgió, quiso dejar de lado.

Texto Dominique Legrand

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