«Aquelarre bicicletero»
50 x 40 cm • oleo/tela • 2022
«Aquelarre bicicletero»
50 x 40 cm • oleo/tela • 2022
Gerardo Rivera Kura artista plástico (dibujante, pintor, artista grafico, hacedor de libros) nacido en la Ciudad de México en el año de 1967, de formación autodidacta, lo cual significa que su técnica la ha ido desarrollando sobre la marcha a lo largo de años de intenso trabajo en la soledad del taller. Sus primeras exposiciones se remontan a finales de los años ochenta en el ya mítico “Salón des Aztecas” y demás espacios contraculturales, alternativos y underground que en aquellos años y en la posterior década de los noventas surgieron en la ciudad de México, el se considera un pintor simbolista, barroco y expresionista, su obra esta cargada de símbolos e influencias que van desde los pintores flamencos medievales (El Bosco, Brughel, Rubens, etc.) hasta elementos e imágenes tomadas de la alquimia, el tarot, el esoterismo y se nutre tanto de las culturas antiguas del México precolombino como de la literatura clásica Europea (Dante, Blake, Nietzsche, Wilde, etc.). Su búsqueda estética es constante siempre dentro de las arte plásticas clásicas y a lo largo de su carrera artística ha ido creando su estilo abordando temas escabrosos como la muerte, la sexualidad, la relación de pareja y su personal visión de la sociedad en la que se desarrolla su vida (por un lado el individuo en su soledad existencial y por el otro el comportamiento de las masas alrededor del planeta). Para Rivera Kura el arte es lo que le da sentido a su vida y es un bálsamo necesario para sobrevivir de manera digna y tolerante con el mundo que le rodea.
Por: Dominique Legran
El título sorprende. Parecen estar bien tranquilos estos en su tándem, él un poco preocupado y ella dándole la espalda y al parecer comentando algo. Uno se imagina que van al aquelarre. Pero la contradicción forma parte del juego, estamos en su contexto, en el mundo de serpientes diablos y escaleras, en un universo laberíntico interactivo e inmersivo donde florecen los animales y en el que lo grotesco y lo serio cohabitan. Es el mundo de la fiesta medieval, del día de los locos o de nuestros contemporáneos alebrijes, cuyas formas y colores el artista retoma.
Esta obra me procura una sensación giratoria, obstinada y drolática, por sus tonos lóbregos y festivos a la vez, por la rueda -serpiente- y sobre todo por la sonrisa del animal que parece estar suspendida en la noche como la del gato de Cheshire en Alicia en el país de las maravillas.
La doble bici como escoba de bruja, ¿Quién se lo hubiera creído? No falta la alusión picante y picaresca con aquellos dos que circulan con su simple vestidura de nacimiento, él con los cuernos erguidos y ella chimuela
de sombrero azul.
Dan ganas de cantar con ellos la salsa del demonio.