Obra realizada por Néstor Quiñones para Cultura en Bicicleta.
Conociendo el gusto del autor por la filosofía, pensé al descubrir este acrílico en el eterno retorno de Nietzsche y en su opuesto, la fugacidad del tiempo. En la ecología con una sierra circular que corta el árbol pero éste, en vez de caer, se eleva en “la insostenible levedad del ser”, en el lado “conversación con el viento “ a la manera japonesa.
Pero recibí un correo de Néstor Quiñones que cambió la perspectiva, orientándome hasta otro protagonista de la gesta pictórica, el Dios azar, o serendipia, o más simplemente chiripada.
He aquí, in extenso, el contenido de su mensaje:
“No sé si alcanzas a notar qué hay un especie de remolino que rodea el árbol. Debajo de él está el círculo que hace la bicicleta.
En realidad ya tenía una pintura empezada con el árbol y empecé a poner pintura para darle cuerpo a la imagen.
De ahí surgió la idea de los círculos creados por la bicicleta rodeando el árbol.
En un principio eran dos bicicletas, lo cual me pareció simbólico en el sentido de que crearan un “equilibrio” entre su marcha pero en el tratamiento una fue desapareciendo y no hice mucho para hacerla notar.”
Chiripada o brusco arrepentimiento, gesto incontrolado en la desaparición, todo esto contribuyó a hacer esta obra sorprendente. La escritura de Néstor es tan fina y precisa como su dibujo, y me dio gusto recibir este testimonio del “work in process”.
Por otra parte, estas líneas del autor nos revelan una faceta importante de su talento: el arte de la elipsis que consiste aquí en llamar la atención sobre un pequeño detalle para hacernos ver la obra de otra forma. ¡Su sentido del atajo le permite cambiar la perspectiva sin usar las leyes que rigen esta técnica!
Otro secreto revelado después por el artista: ¡la otra bici está en la parte baja de la gran mancha blanca que cubre el tronco.