Pieza realizada por el maestro para Cultura en Bicicleta.
En este óleo, la bici es un centauro (puesto que la máquina se confunde con su ciclista) lanzado a toda velocidad, fulminante. La acción se asocia a una tempestad. En las características del vehículo, se destaca la eficacia más que la elegancia. Hay que recordar que, desde la Segunda Guerra Mundial, a la mayoría de los grandes ciclistas de carrera contrarreloj, por su fuerza y la regularidad de su cadencia, se les comparó con una locomotora. En eso andamos aquí.
Estamos muy cerca de la abstracción lírica. Los colores violentos no hacen nada para frenar el movimiento irresistible del aparato. Estamos plenamente en el universo de Luciano Spanó, de violencia expresada y apenas retenida por los azules y una manchita de blanco.
Hay artistas para quienes el arte es una suerte de terapia, como lo sugería en una entrevista anterior el artista, aquí me parece que el arte se considera como un combate personal. Claro, hay que invitar al espectador a participar, sino el artista se encuentra en solitario. De aquí la maestría en la expresión de la velocidad, de la combinación de colores, la sensación de persecución a otra persona fuera del cuadro o de huida, en breve, una historia, un drama quizás.
Los elementos se contratan y se acurrucan, se expenden y están a punto de explotar, no hay duda, estamos en el camino violento y accidentado de la pintura gestual, de la que no perdona.