«El ciclista»

49x50cm • Óleo tela•2022•

Luciano Spanó

Nacido en Italia (1959, Saluzzo, provincia de Cuneo), vive en México desde 1974. Y está integrado a nuestro panorama artístico desde hace más de tres lustros. Se considera pintor mexicano y es adorador de José Clemente Orozco, aunque no acusa influencia del gran jalisciense. Es egresado de La Esmeralda aunque también tomó cursos en San Carlos y guarda veneración a un maestro suyo (de la Esmeralda) que por lo visto contribuyo radicalmente a su formación: Ignacio Manrique Castañeda, el distinguido grabador. Luciano es un artista dotado, disciplinado, trabajador. Ha recibido varias distinciones tanto en el salón joven de Aguascalientes como en el ya desaparecido Salón Nacional de Artes Plásticas.

Spanó llego a México de su pequeña provincia italiana de Cuneo a los 15 años. A los 17 ya

estaba en La Esmeralda. Con Ignacio Manrique se formó ahí como grabador, sin dejar de serlo estudia técnica de la pintura con Luis Nishizawa en San Carlos. Va siguiendo su camino, un camino que –son los tiempos- tiene mucho de postmodernidad. Expone, envía a concursos, los primeros premios que se le otorgan son a cuadros en donde lo figurativo y lo abstracto (con un algo de rabioso, de incompleto) establecen un diálogo. Hay un dejo como de añoranza al mundo de la arquitectura clásica. Los tonos tienden a cinabrio, verde, siempre con blanco. Luego viene un cambio notable: su dedicación a la figura humana, trabajaba siempre con modelo. Coincide, si no tiene qué ver, con unaespecie de recuperación de su Italia natal. Siempre había dibujado mucho. Empieza a

Foto: Juan San Juan.
trabajar a partir de modelo en un lugar estrecho y mal iluminado. La necesidad tiene cara de hereje. De ahí vienen las entonaciones en sepia y tierra quemada, los escorzos violentos, necesarios. Desde luego hay un sentido barroco o neobarroco en los tonos, en los contrastes violentos de luz y sombra, en los escorzos. No hay, sin embargo, glosas directas de cuadros antiguos; él va construyendo sus hombres y sus mujeres en su propio espacio, en su propio terreno, a base de pinceladas cada vez más bruscas… que sin embargo no dejan de recordar al Españoleto o a Magnasco (más que a Caravaggio) y también de cuando en vez a Orozco y a Francisco Corzas.

Se ha dedicado con tenacidad cercana a la obsesión a analizar las apariencias del cuerpo humano, tanto femenino como masculino. Dada su formación y su historia personal resulta comprensible su elección. El cuerpo es bello, deseable, querible, independientemente de su morfología. Igual sabemos que es el instrumento del ánima (y no parece haber ánima sin instrumento que la exprese) todos sabemos que perece.

El gesto de este pintor es amplio, no ajeno a los procedimientos de la pintura abstracta, que en su aspecto lírico resulta ser catártica. Pero la simple catarsis con no poca frecuencia resulta ser nociva para la pintura; felizmente aquí hay algo más que catarsis: dedicada práctica cotidiana.

Spanó es proclive a privilegiar una cierta gama colorística que es casi arpegio monocromático: usa carmines, bermellón, tierras, ocres, blancos mezclados, negros sobre una base ya coloreada en rojo-óxido a partir de la cual se van extrayendo luces y sombras, realzadas con veladuras. Se afianza al claroscuro como punto básico en sus escuetas composiciones y en esto encuentra su propia retórica, deudora en ciertos casos de Rembrandt. Ocasionalmente, introduce azules en los fondos, que siempre son neutros. No hay complemento alguno en lo que propone: sólo los cuerpos, actuantes, gesticulantes, posando a veces a la manera de los ignudi de la Sixtina (que parece conocer muy bien), o simplemente ofreciendo las entonaciones y texturas de sus carnes desnudas iluminadas por una luz cálida, que pone en relieve los accidentes de la piel. Con estos recursos alcanza efectos de gran impacto. Ocasionalmente, una franja vertical u horizontal sugiere un ámbito, que debiera quizá explorar más.

Aquí ha hecho su formación artística: Escuela de Iniciación Número 4 del INBA (1974-76), Escuela Nacional de Pintura, Escultura y grabado (1977-84), Taller Guadalupe Posada de Aguascalientes (1980-81), y en la Escuela Nacional de Artes Plásticas estuvo en el taller de técnicas y materiales de pintura a cargo de Luis Nishizawa y en el seminario de Comunicación Visual coordinado por Félix Beltrán (1980-81). En 1988 obtuvo premios de adquisición en el Encuentro Nacional de Arte Joven y en la Sección de Pintura del Salón Nacional de Artes Plásticas; recibió menciones honoríficas en el IX Encuentro Nacional de Arte joven, en la III Bienal Diego Rivera y en la Sección de Dibujo del Salón

Nacional de Artes Plásticas. En 1991 se benefició con la beca para Creadores Intelectuales del FONCA. Proyecto y editó Gaceta, publicación del Museo Carrillo Gil (1986-87) e ilustro el libro de poemas En abierta oscuridad, de Juan Gelman (1993).

En 2027 su exposición «De lo absoluto: Ensayo» de Luciano Spanó -presentada en Salón dès Aztecas-, fue una tremenda serie de pinturas abstractas, casi todas en gran formato, de fuerza en el trazo, la luz y el color, que parten de una investigación o causa de la pintura por sí misma, en las que está el trabajo realizado por Spanó a lo largo de varios años apoyado en el estudio de la forma y la línea.

El pintor buscó que la obra le descubriera secretos que son, después de todo, su propia manera de concebir la vida: “una especie de auto-análisis formal de mis vivencias y emociones transcritas por automatismo, una apertura de la conciencia hacia fenómenos infinitos…un método de dificultad e introspección que es en cierto modo una catarsis, como si se tratase de estructurar un lenguaje distinto que lleva a la posibilidad de concebir de otra manera, y en esa contradicción aventurar un posible movimiento”, aseguró Spanó.

Una pintura que parte desde la idea filosófica de lo absoluto, esa razón, voluntad o intuición que designa un sujeto eterno, infinito, incondicionado, perfecto e invariable, el cual es “suficiente en sí mismo”, y no depende de ninguna otra cosa, es decir que contiene de por sí todo lo existente y lo crea.

Este pintor en búsqueda constante, que dejo la figurativo para adentrarse en el mundo abstracto, ha reconocido entre sus convicciones a creadores como Gaiovanni Battista Tiepolo y su maestro Battista Piazzetta, también al francés Chaïm Soutine que, aún más Vincen van Gog, deshace el trazo recto para desagarrar absolutamente la forma, así ha trabajado hasta encontrar en Jean Fautrier el expresionismo abstracto que realiza en los últimos años. Para Luciano Spanó el talento principal de un pintor esta en lograr el dominio del dibujo, del trazo, en alcanzar la intención que puede haber en una sola línea.

En su obra, que trabaja intensa pero pausadamente, sigue los lineamientos o la tradición de la pintura antigua, en la que hay trazo sobre trazo para lograr que la luz sea realmente luminosa, como un destello personal logrado por el artista al tiempo que consigue redescubrir el color.​

“No podría en realidad hacer otra cosa para lograr ese absoluto. La representación de la forma me lleva al conocimiento, a la apertura de la conciencia hacia fenómenos más refinados. Nuestro entorno se limita a ciertas imágenes que nos hacen el mundo más confuso, por lo tanto la expresión de la pintura me lleva a medios infinitos que me conducen a la introspección, es en cierto modo una catarsis en la que un plano concreto y más interno puede mostrarme una simbiosis de lo palpable y lo que esconde de verdad. Acaso, lo que sugiere es la estructura de un lenguaje distinto que lleva a la posibilidad de concebir de otra manera, y en esa contradicción aventurar un posible movimiento que está en cada obra”.

Semblanza construida a partir de los textos de Raquel Tibol, Teresa del Conde y Jorge Alberto Manrique, y de una entrevista en su exposición en Salón dès Aztecas.

Premios y distinciones

1996: Medalla Goya de Plata en la X Bienal Iberoamericana de Arte «Grabando Iberoamérica», por la obra «Viejo desastre, nuevo desastre» (1996). 

1990: estímulo Jóvenes Creadores del Fonca­Conaculta, Ciudad de México.

1988: estímulo CREA con la exposición colectiva «De los jóvenes. Nuevos artistas de México», Museo Carrillo Gil, INBA­SEP­CREA, Ciudad de México. 

1985: primer lugar en el concurso «Gerónimo Antonio Gil», sección Pintura, ENAP­UNAM, Ciudad de México.

1984: primer lugar el en concurso «Libro propositivo», con la obra «Bailando con los negros», ENAP­UNAM, Ciudad de México.

Galería

Por: Dominique Legran

En este óleo, la bici es un centauro (puesto que la máquina se confunde con su ciclista) lanzado a toda velocidad, fulminante. La acción se asocia a una tempestad. En las características del vehículo, se destaca la eficacia más que la elegancia. Hay que recordar que, desde la Segunda Guerra Mundial, a la mayoría de los grandes ciclistas de carrera contrarreloj, por su fuerza y la regularidad de su cadencia, se les comparó con una locomotora. En eso andamos aquí.
Estamos muy cerca de la abstracción lírica. Los colores violentos no hacen nada para frenar el movimiento irresistible del aparato. Estamos plenamente en el universo de Luciano Spanó, de violencia expresada y apenas retenida por los azules y una manchita de blanco.
Hay artistas para quienes el arte es una suerte de terapia, como lo sugería en una entrevista anterior el artista, aquí me parece que el arte se considera como un combate personal. Claro, hay que invitar al espectador a participar, sino el artista se encuentra en solitario. De aquí la maestría en la expresión de la velocidad, de la combinación de colores, la sensación de persecución a otra persona fuera del cuadro o de huida, en breve, una historia, un drama quizás.
Los elementos se contratan y se acurrucan, se expenden y están a punto de explotar, no hay duda, estamos en el camino violento y accidentado de la pintura gestual, de la que no perdona.