Obra de Gabriel Macotela para Cultura en Bicicleta.
Así pinta Macotela.
Al verlo pedalear a diario por el parque Luis Cabrera escoltado por sus perros Pita y Torito, uno piensa en las cualidades de un ciclista, que se asemejan a las de un buen jinete: soltura, fluidez, nada de rigidez ni de miedo al movimiento, equilibrio. Esas son precisamente las características del quehacer artístico de Gabriel Macotela.
El artista no para nunca. Tanto como en la escultura como en el dibujo, es un descubridor, un desbrozador. Quiso ser arquitecto. Le queda la pasión por las maquetas a escala, por la construcción, le encanta experimentar. Como se dijo de Picasso, en cuanto algo pasa a su alcance, lo agarra y trata de hacer otra cosa.
Con él, cada creación es siempre la continuación de otra. De aquí su perpetua impaciencia, bien manifiesta en la película de A. Fernández titulada ¿Dónde está Macotela? Por aquí y por ella, siempre encuentra algo nuevo, una forma, la idea de un libro, una preocupación política, una intervención en la calle con sus amigos etcétera.
En las conversaciones, evoca a menudo unos paseos de su infancia jalisciense con el tío Walter, un amigo de sus padres que había sido ingeniero naval, en los cascos de barcos en el muelle, que le impresionaron mucho. Hay algo de esto, me parece, en toda su obra, un recuerdo de pasillos, pasadizos y pasarelas, unas formas de rodamientos, engranajes y valeros, de poleas, de lo que permite la fluctuación, de lo que hace avanzar un mecanismo.
Avanzar, progresar, con gesto seguro y atinado, sin fiorituras ni adjetivos, hacia una representación sustancial de su realidad, tal parece ser la meta del maestro. Sin embargo, no le gusta la seriedad ni los dogmas, le encantan la risa, el amor y el canto, la libertad surrealista.
Al ver los grabados que nos dio para esta subasta, un amigo pregunto: ¿Dónde está la bici? Gabriel le hubiera contestado: Abajo, en el garaje. Antes de pasar a otra cosa: el dibujo apremia.