Obra de Juan Berruecos para Cultura en Bicicleta.
En el fondo de la galería había un objeto disímil, insólito en su forma como en sus volúmenes: se parecía a un caracol, a un bajo relieve por sus molduras, o a una media caja ondulada. A primera vista, se distinguía una suerte de copia fotográfica vintage de una playa con dos bicis tiradas en la arena. Con un sesgo sentimental y ornamental. Al acercarme, se volvió a imponer la idea de caja, de caja secreta, en breve de gabinete de curiosidad, y cuando vi el título y la larga lista de los materiales con los cuales estaba hecha, pensé que no estaba totalmente equivocado en mi acercamiento a este trabajo de Juan Berruecos.
El gabinete de curiosidades contiene varios objetos decorativos que tienen a menudo un contenido emocional, privado, para el que los constituye y los posee, pero que se comparten con el público. Tienen algo de extraño, de improbable, y al mismo tiempo los caracteriza la minuciosidad de su elaboración y cierta preciosidad, algo como las joyas.
Las wunderkammer (cuarto de maravillas) populares contemporáneas contienen detrás de una vitrina unas fotos de playa, coches o bicicletas en miniatura, globos que al voltearse dejan caer nieve sobre un paisaje, souvenirs de viajes. Algo de kitsch, de profundamente ingenuo, expuesto con una máxima sinceridad. Todo esto hace eco con esta caja objeto, a mi parecer.
Ahora vamos a los materiales que la componen. Se presentan así: Óleo y resinas, y talco de arena y caracolas con pigmentos. Es un catálogo, una lista ,un rol, una acumulación de detalles subrayada por todas las “Y” de esas que gustan tanto a los coleccionistas y/o a los aficionados alumbrados.
Es preciso notar la simbiosis entre el contenido y el continente: el caracol de mar de la playa aparece entre los materiales y sus espirales se encuentran en la forma de la caja cuyas ondulaciones evocan igualmente las olas del mar y viceversa.
El título a la Julio Verne invita a la aventura y provoca la sorpresa por el contraste entre su primera parte paradójica (Ola urbana) y la supuesta banalidad del final: Arriba Celestún.
Puede ser que lo escrito aquí sea pura conjetura, en fin es sólo un intento de aproximación a la obra. Lo cierto es que Juan Berruecos pertenece al mundo de los coleccionistas de sueños, y evoca aquí un recuerdo en fuga, en una suerte de gabinete de curiosidad medio abierto y concebido con mucha ingeniosidad.