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Primavera que eres

Invocar la emoción que nos habita.

Vibrar en el centro de la tierra

igual que la semilla.

Renombrar el mundo con la luz del retoño

y cobijar ese brote con palabras,

con poesía.

 

Conmemorar la emoción

es evocar la vida.

La tierra ahora está llena de tus semillas:

en el invierno crecerán

en medio del silencio y de tu abrazo.

 

Despertamos contigo,

con el cálido esplendor de marzo;

abrimos los ojos y soñamos tu amor.

Te quedas y te vas en primavera.

Infinita resplandeces y dejas en libertad a la poesía

tan tuya y tan del universo.

 

Tu muerte nos florece en el alma.

 

Citlali Ordaz

Asistente al taller de Dolores Castro en la escuela de periodismo Carlos Septién desde 201

 

 

 

SIGO TUS PALABRAS

Sigo tus palabras. Cruza el silencio el patio de tu casa. Desde lejos veo en cada hoja de los árboles la poesía escrita con tus ojos. Crecen las tardes, se enredan los recuerdos, florecen en tus ojos. Ellos recorren la casa, flotan entre la madera y los retratos.

 

Te rodea un mundo de girasoles, son ojos visitando sombras, ríen contigo.

 

El tocador rostro, cristal, espejo que canta. Los collares cuentan cuentos, tus aretes escuchan las pisadas del reloj cada noche.

 

Siempre la cama tiene sueño, pero tú ¡no! Se reúnen los poetas en tu cuarto, no te dejan dormir, caminan en tus libros, comen cada letra, prenden la luz del alma, detienen la noche con poemas, no permiten que amanezca.

 

En tus ojos la noche se hizo un nudo. Hilitos de luz se van deshaciendo.

 

Ahora la niña inquieta de las fotos salta al sillón para leer, escribir y seguir soñando en su niñez de 98 años.

 

MIQUIZTLI NANANCI

María de la Luz Romero Cervantes

Estudió en a Carlos Septién García, y desde 1982 comenzó a tomar clases con la maestra Dolores Castro, siguió en hasta el sábado 5 de marzo del 2022 que la poeta dio la última sesión por zoom.

 

 

 

Maestra Lolita, mi maestra:

Quiero agradecerle el que me haya dado la oportunidad de ser parte de su, ya tres veces, heroico taller. Que, con sus enseñanzas, me haya exacerbado el

gusto por las letras. Quiero que sepa que siento una gran admiración por usted, por su don de gentes, por su gran paciencia, por su generosidad, por su talento, por tantas y tantas cosas que nunca acabaría de decirlas.

Su taller me ha permitido adentrarme en los puntos finos del arte de escribir. Confieso que, por momentos, he tenido dudas y he estado al borde de la desesperación, pues he llegado a comprender que escribir no es tan fácil como lo pensaba. Escribir bien, digo. De hecho, este texto tendrá exceso de adjetivos y otros tantos errores. Sin embargo, usted me ha encaminado en la dirección correcta y, creo he ido ascendiendo peldaños valiosos de la mano de usted, la poeta Dolores Castro.

Gracias por estar siempre dispuesta a compartir su talento, su experiencia y sus conocimientos. Gracias por todo, maestra.

Fernando Espino Lora.

Llegué al taller en el año 2013 y la carta es de 2016. La maestra siempre decía: «este tres veces heroico taller”.

Nirvana

Pienso suavemente. No sé cómo llegué hasta aquí. Y estoy tan cómodo que no haré esfuerzo alguno para averiguarlo. Tengo la impresión de que el tiempo se ha detenido. Por fin ha llegado la hora del descanso después de tanto bregar por el mundo, de tantos afanes sin saber si hay un propósito determinado por el qué luchar día tras día.

Para qué ocultarlo, nunca entendí las Palabras Mayores. La vida debe saber algo que nosotros ignoramos y, llegado aquí, ya no me importan las preguntas ni las respuestas porque me siento parte de un todo. Lo que siempre he ansiado es la paz y la seguridad, que se me dan hoy como un regalo que no sé si merezco, pero que acepto con gratitud porque las penas y los dolores que he padecido se empequeñecen hasta casi olvidar —y perdonar— las penurias de mi existencia irremediable.

Ahora ya no importan los campos verdes, las bandadas de pájaros multicolores, el azul del cielo ni la magnificencia de las estrellas. Las palabras de los filósofos y de los poetas han quedado un paso atrás. Estoy en el centro del tiempo. Tengo la cabeza reclinada sobre mi propia infancia, período de mi vida en que fui feliz y donde debí permanecer por mucho más tiempo. Ahora esa añoranza se funde con la perfección del momento.

  Aquí soy un dios y duplico en silencio el silencio. Me repliego en mí y experimento una plenitud que no sabía que existía. Nada me preocupa, no siento frío ni calor, no siento hambre ni sed. El amor, el odio, el deseo y demás ataduras me están abandonando irremisiblemente. Nada perturba esta paz infinita y sé que no hay poder que pueda moverme de este sitio de gozo y quietud…

Es entonces cuando la Voz interrumpe las cavilaciones:

—¡Lázaro!, levántate y anda.

Fernando Espino Lora

Homicidio

Serían las tres de la madrugada cuando el sueño me venció quedando de bruces sobre el teclado de la computadora.

Habría dormido alrededor de una hora cuando un estruendo de cristales rotos me despertó: alguien andaba en la planta baja. Agucé mis sentidos y bajé, cauteloso, la escalera. La luz de las farolas de la calle iluminaban, apenas, la sala: un florero de cristal se hallaba en el suelo hecho pedazos. Revisé el baño, la cocina…

Volví al estudio y, al trasponer el umbral de la puerta, me miré —de bruces sobre el teclado— sumido en un sueño profundo. Aterrorizado,  corrí escaleras abajo tropezando con un florero de cristal. Temblando me oculté detrás de las cortinas y, conteniendo la respiración, esperé. Fue entonces que me vi bajar, cauteloso, la escalera y recorrer la sala. Mirar los cristales sobre el piso. Revisar el baño, la cocina…, regresar con un revólver en la mano, apuntar hacia el cortinaje y jalar el gatillo.

 

Fernando Espino Lora

 

 

 

 

 

PARA DOLORES CASTRO

 

Tus ojos son hermosas flores/

la pureza de la luz,

tras el verde de tu sabiduría/

La pradera en palabras, te envuelve. /

 

Burbujas de una profundidad

del mar que nos aguarda,

esparcen una estela

siempre encendida

ardiendo sobre tus letras de sal. /

 

 

Escribimos para no olvidar/

para edificar el vuelo

de un ave

para dejar una huella de sonido.

 

Dormiremos el sueño del viento

y ya nada le dolerá al aire;

y estaremos un día

en la fragua y su resplandor

esparciendo tu corazón

en el vegetal sueño

de tu canto.

 

Renata Vega Albela.

Entró al taller de Dolores Castro en 2015 y hasta la última clase presencial que dio, en abril del 2020 en su casa. En el 2021, participó en algunas de sus clases que virtuales

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