Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza
1 Timoteo 4, 12
Memorias de Adriano es una especie de epístola dirigida a su nieto adoptivo, Marco Aurelio en sus últimos días, me recuerda a un tanto a las epístolas que escribió el apóstol Pablo a su hijo adoptivo Timoteo donde lo exhorta a perseverar en la fe y cuidar a la iglesia; así el emperador Adriano se dirige a Marco Aurelio, en la carta le da instrucciones sobre cómo ser un buen emperador y dirigir todo el dominio romano. También, demuestra el amor que Adriano tiene a todo lo griego que a la vez es un reflejo del filohelenismo de la autora misma. Es indudable que la misma autora se siente identificada con Adriano, incluso, al igual que Adriano, en la novela de ella, tuvo un amor platónico heterosexual. Es decir, hay muchos paralelismos con la vida de ella y la del protagonista de su novela.
Por otra parte podemos ver como Yourcenar describe muy bien la antigüedad, no solo a los griegos y romanos, sino también algunos otros pueblos como los judíos y persas. Asimismo describe las religiones de la época y pensamientos filosóficos que predominaron en la antigüedad.
El conocimiento de Youcenar sobre geografía se nota en la manera que describe ciudades, ríos y mares, en las notas que hace la autora sobre la novela dice que ella siempre cargaba un mapa de los dominios del imperio. En la siguiente cita se observa la maestría, la erudición y la belleza del texto de Youcenar, ya que sin duda es una obra maestra de la literatura del siglo XX:
Amé esa lengua por su flexibilidad de cuerpo bien adiestrado, su riqueza de vocabulario donde a cada palabra se siente el contacto directo y variado de las realidades, y porque casi todo lo que los hombres han dicho de mejor lo han dicho en griego. Bien sé que hay otros idiomas; están petrificados, o aún les falta nacer. Los sacerdotes egipcios me mostraron sus antiguos símbolos, signos más que palabras, antiquísimos esfuerzos por clasificar el mundo y las cosas, habla sepulcral de una raza muerta. Durante la guerra con los judíos, el rabino Josuá me explicó literalmente ciertos textos de esa lengua de sectarios, tan obsesionados por su dios, que han desatendido lo humano. En el ejército me familiaricé con el lenguaje de los auxiliares celtas; me acuerdo sobre todo de ciertos cantos… Pero las jergas bárbaras valen a lo sumo por las reservas que proporcionan la palabra, y por todo lo que sin duda expresarán en el porvenir. En cambio el griego tiene tras de él tesoros de experiencia, la del hombre y la del Estado. De los tiranos jonios a los demagogos de Atenas, de la pura austeridad de un Agesilao o los excesos de un Dionisio o de un Demetrio, de la traición de Dimarates a la fidelidad de Filopemen, todo lo que cada uno de nosotros puede intentar para perder a sus semejantes o para servirlos, ha sido hecho ya alguna vez por un griego. Y lo mismo ocurre con nuestras elecciones personales: del cinismo al idealismo, del escepticismo de Pirrón a los sueños sagrados de Pitágoras, nuestras negativas o nuestros asentimientos ya han tenido lugar; nuestros vicios y virtudes cuentan con modelos griegos. Nada iguala la belleza de una inscripción votiva o funeraria latina; esas pocas palabras grabadas en la piedra resumen con majestad impersonal todo lo que el mundo necesita saber de nosotros. Yo he administrado el imperio en latín; mi epitafio será inscrito en latín sobre los muros de mi mausoleo a orillas del Tíber; pero he pensado y he vivido en griego.
Es indudable que Youcenar dejo un gran legado con su novela llena de erudición.