El director italiano se reunió con colegas teatrales mexicanos y con decenas de jóvenes interesados en la disciplina ante un lleno total en la Covarrubias del Centro Cultural Universitario de la UNAM en una mesa títulada: «El pueblo secreto del Odin Teatret»; y presentó con el INBAL dos puestas en escena Compasión y La quinta del sordo. Un capriccio sobre Goya, en el Teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque.
En 1964 un grupo de autores nórdicos alentados por un disidente italiano abrieron en Oslo, y luego en la isla de Holstebro en Dinamarca, esa socialdemocracia que tanto aspiramos en México, le abriría sus puerta en una granja, desde donde abrieron un nuevo camino para la formación y la invención dramática y escénica, dominada en ese momento en la vieja Europa por el teatro público de prestigio, y emprendieron un «Tercer Teatro» no reducido al dogma o al lucimiento, sino a la indagación, un lugar para el teatro orquestado por Eugenio Barba (Brindisi, Italia, en 1936).
El común denominador eran estudiantes de teatro rechazados por la academia. Barba creo así el Odin Teatret y lo llamo «El tercer teatro». En 1992 comenzó un peregrinar para trabajar y crear con otros actores apasionados de diversas regiones del planeta; desde entonces es el testimonio de una utopia alentada por un teatro subsidiado por contribuyentes pero totalmente autónomo. En el 2022 Barba y su grupo abandonaron Dinamarca obligados a ser otra vez nómanas con la libertad del arte: dedicarse al trabajo que desean hacer, sin pensar en los resultados. Hace unos días Eugenio Barba vino a México, como en muchas otras ocasiones, para ofrecer distintos talleres, una charla y dos funciones de teatro.
En la reunión convocada en el Centro Cultural Universitario, Barba recordó los orígenes: «Con mis compañeros, que habían sido rechazados en la escuela teatral, nos reunimos, y nos decían: ‘Ustedes no tienen un edificio, no tienen dinero’. Bien, voy a hacer teatro como yo pueda, en un refugio autónomo. Y tuvimos la suerte de encontrar uno en Noruega, frío, con humedad, con una gotera que caía de las paredes. ¡Pero era nuestra casa y ahí podíamos realizar lo que queríamos!», narró Barba, que ya cuenta con 87 años de edad y adviertió a los presentes . «Éramos libres, porque eso es el teatro», afirmó en ese encuentro en su honor titulado «El pueblo secreto del Odin Teatret».
El encuentro sucedió en la Covarrubias. La cita había sido para la Sala Carlos Chávez pero ante tantos asistentes tuvieron que cambiarse al recinto vecino y mientras los asistentes se acomodaban Barba les advirtió: «Están ustedes frente a un pedazo de historia». El encuentro mostró que el teatro está más vivo que nunca, como la cultura en general en este México devastado en otras áreas, pero no en sus creadores y su público ávido de cultura.
Organizado por el Tercer Encuentro de Artes Escénicas LArtES y Teatro UNAM, en la mesa participaron Estela Leñero, María Elena Ibarra, José Carlos Alonso, Manuel Naredo, Bruno Bert, Patricia Cardona, Rubén Ortiz, Farahilda Sevilla, Aline Menassé y Susana Frank (Teatro Laboratorio La Rueca), Jaime Soriano y el periodista cultural especializado en teatro Fernando de Ita, quienes moderados por el director del Centro de Investigación Teatral Rodolfo Usigli del INBAL, Arturo Díaz Sandoval, destacaron la importancia del Odin Teatret a 60 años de su fundación.
La importancia de Barba en el escenario mundial del teatro de la segunda mitad del siglo XX fue fundamental,. Se acercó, por otro lado, a las formas escénicas imbricadas en las tradiciones de culturas no eurocéntricas, iniciando la idea del teatro multicultural y diverso. Rompió con los estándares de estilos, reglas y geografías para luchar por la libertad de los individuos. Es por eso que su visita se convierte en un acontecimiento eléctrico que significa el comienzo del traspaso de su herencia a los jóvenes, abundo en su información la Gaceta de la UNAM.
Fernando de Ita dijo que Barba había formado un archipiélago con las islas flotantes del teatro que estaba disperso y que había encontrado una manera de hacer real lo inverosímil. Susana Frank contó que en 1978, en otra geografía, durante el Encuentro Internacional de Teatro del Grupo Ayacucho, en Lima, Perú. «Me decían: ‘¿Cómo vas a ir con ese italiano loco que saca el teatro a las calles?'», refiriendo que durante aquel encuentro hubo un estallido social en el país andino, y Barba, de inmediato, hizo manifiesta su visión del quehacer teatral.
«Eugenio Barba nos convoca y nos dice: ‘Lo importante no es hacer teatro político, teatro religioso; lo importante es hacer política con el teatro (…) Hagamos una fiesta de la resistencia. El pueblo de Ayacucho está cansado de la violencia. Ofrendemos nuestro trabajo a los que nos están ofrendando su espacio para encontrarnos», prosiguió Frank.
En su oportunidad Barba expuso: “Es posible cambiar la historia, aunque parezca imposible. Los libros han sido mis compañeros; los grandes directores, los dramaturgos y los teóricos que escribieron sobre teatro. Nosotros hicimos teatro en las peores condiciones; nos animaba saber que lo nuestro inspiraba a la gente. Muchos nos escribían para decirnos que nuestro teatro era significativo para sus vidas. El conocimiento nos salvó y es lo que salva a todos. Poder hablar con los muertos, con los libros es lo único necesario para luchar por nuestra libertad interior. Es por lo que todos debemos luchar. Esa es la tradición de lo imposible”.
El creador italiano sostuvo que todos los habitantes de este «pueblo secreto» son quienes han influido en él. «Lo que yo llamo mi pueblo secreto me ha formado a mí, ha formado a mis actores, me ha dado sentido de responsabilidad hacia cada acción y cada decisión que tomo. Cada uno de ustedes es parte de mi biografía, de nuestras conquistas y nuestra resistencia».
Cada uno de los emotivos testimonios vertidos en la mesa de reflexión revelaron la profunda huella en México de Barba, para quien Soriano solicitó a la titular del INBAL un reconocimiento por las seis décadas de su compañía, a entregársele ese mismo miércoles, por la anoche, al término de la función de La quinta del sordo, Un capriccio sobre Goya, en el Teatro Julio Castillo del CCB.
Por la noche en el teatro Eugenio Barba recordó que el objetivo del Odin Teatret es sembrar sin esperar resultados. Esto al recibir el reconocimiento del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura por su generosidad por dejar un vital legado al quehacer teatral de México, pero sobre todo por ser una de las figuras más importantes del teatro y del movimiento escénico internacional.
Con una ovación de varios minutos, Odin Teatret se despidió ese miércoles de los escenarios de la CDMX para continuar con sus actividades en el contexto de su aniversario 60.
La función de La quinta del sordo. Un capriccio sobre Goyas fue escrita por Else Marie Laukvik y el mismo Barba, la historia aborda la última noche de la vida del artista Francisco de Goya y de Leocadia Zorrilla, su joven amante durante más de 30 años. Es la joven amante de Goya quien describe su vida con él a través de recuerdos y comentarios que evocan el misterio del arte, pero también un mundo de erotismo, exilio y mutilación física debido a la sordera total que afectó al pintor a los 46 años.
Dos horas antes de la función de La quinta del sordo. Un capriccio sobre Goya, se presentó la obra Compasión, de Julia Varley y Eugenio Barba. Varley, quien protagoniza la trama, también es fundadora de la Odin Teatret.
En un emotivo acto, Eugenio Barba recordó: «hace 60 años aquí vimos crecer la primera planta, surgió como un proyecto económicamente irresponsable”. Agradeció estar nuevamente en el país y ahora frente a las generaciones de bailarines, a quienes compartió su sabiduría y experiencia en el Taller de creación escénica, realizados en el Salón de ensayos del Centro de Producción de Danza Contemporánea (Ceprodac).
La titular del Inbal, Lucina Jiménez López dijo en su discurso: “Estamos ante una de las figuras más importantes del teatro y del movimiento escénico del mundo. Estamos frente a alguien que influyó en el teatro contemporáneo desde una perspectiva y poner en cuestionamiento el sentido, colocar la antropología teatral como un elemento sin el cual el movimiento mismo no se entiende”.
“Eugenio Barba es una de las figuras más relevantes, podríamos decir que más influyentes en todos los teatros del mundo y México, por fortuna, no es la excepción. Caminó pueblos, caminó compañías, caminó discursos teatrales y estuvo siempre para generosamente, como lo ha hecho en este espacio -el Centro de Producción de Danza Contemporánea- para compartir, para dialogar, sobre todo para ayudar a descubrir, incluso que un mismo movimiento puede tener tantos matices, tantos sentidos del discurso teatral”.
El coordinador nacional de Teatro, Daniel Miranda, dio lectura al diploma de reconocimiento; estuvieron presentes también Julia Varley y Jaime Soriano; el subdirector general de Bellas Artes, Héctor Romero Lecanda; el coordinador nacional de Teatro, Daniel Miranda, y la directora artística del Ceprodac, Cecilia Lugo, principalmente.
El Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, a través de la Coordinación Nacional de Teatro, y el laboratorio de artes escénicas Jerzy Grotowski, participaron en Confluencias 2024: Tercer Encuentro Escénico LArtES-Odin Teatret, en el marco del 60 aniversario del Odin Teatret, por lo que el Centro Cultural del Bosque fue sede de los dos montajes: Compasión, de Julia Varley y Eugenio Barba, y La quinta del sordo. Un capriccio sobre Goya, de Else Marie Laukvik y Eugenio Barba, ambas con dirección de Eugenio Barba.
La compañía Odin Teatret ha creado hasta el momento 81 espectáculos dirigidos por Eugenio Barba, representados en 65 países y diferentes contextos sociales. En el transcurso de estas experiencias ha crecido una cultura específica de Odin, basada en la diversidad cultural y la práctica del “trueque”: los actores de Odin se presentan a través de su trabajo en un entorno particular que, a cambio, responde con canciones, música y danzas de su propia tradición local.
El revista Proceso se abunda sobra la biografía de Barba: Hijo de un oficial víctima de la segunda Guerra Mundial, Barba cambió la carrera militar, que cursaba en Nápoles, para emigrar a Noruega donde fue soldador y marinero, al tiempo que estudiaba literatura francesa e historia de las religiones en la Universidad de Oslo. Se registra además en la biografía que su propuesta de Antropología Teatral revolucionó el arte de los escenarios al permitir al actor desarrollar su propia creatividad y considerar la multiplicidad de visiones de los espectadores. Fue discípulo en Polonia del dramaturgo Grotowski, con quien trabajó tres años. Tras un viaje a la India estudió el teatro llamado Kathakali y volvió a Oslo, pero al no encontrar trabajo creór el Odin Teatret con un grupo de actores.
Según una semblanza de la entonces crítica de Teatro en la agencia apro, Indira Cato, fue en su natal Brindisi donde realmente comenzó su relación con el teatro, pues de niño acompañó rituales religiosos “en los cuales las mujeres sueltan estremecedores lamentos al cielo, los hombres penan de rodillas, y los acontecimientos avanzan cargados de símbolos con sus respectivos cambios de vestuario. Para algunos éste es el origen de la Antropología Teatral creada por Barba, con Nicole Savarese y Ferdinando Taviani”.
El director italiano tiene un papel crucial en el desarrollo de nuevas formas de expresión teatral y en la exploración de técnicas y estilos innovadores, su trabajo le ha merecido el reconocimiento internacional y el ser nombrado doctor honoris causa en diversas universidades del mundo. Entre sus obras están: Ferai (1969), La casa de mi padre (1972), Las cenizas de Brecht (1980), Talabot (1988), Kaosmos (1993), Mythos (1998), El sueño de Andersen (2004), Ur-Hamlet (2006), Don Giovanni all’Inferno (2006), Las bodas de Medea (2008), La vida crónica (2012), El árbol (2016), La casa del sordo (2019), Un personaje que no puede Die (2020) y Tebas en la época de la fiebre amarilla (2022).
En su libro Quemar la casa,. Barba escribe: «Durante años he imaginado el espectáculo que termina en el incendio. Conocía al dedillo las distintas escenas, modificaba mentalmente su orden, limaba los detalles. Y me alegraba imaginando el infaltable gran fuego al final. (…) Sé que jamás ni metafóricamente quemaré el Odin Teatret, mi casa y la de mis compañeros. Pero es como si me desdoblara. Una mano busca explorar su arquitectura. La otra, continuamente, trata de darle fuego”.