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Este 19 de junio se cumplirán 100 años de la muerte del poeta Ramón López Velarde, y también de la publicación de su celebre poema “La suave patria”. Aquí vamos a recordar a un gran poeta, a quien en estos días muchas instituciones como el Fondo de Cultura Económica, el Colegio Nacional, el gobierno de Zacatecas están repasando y repensando su obra… Ramón López Velarde murió hace 100 años, pero solo físicamente, porque su obra, como la de los grandes creadores pervive y es motivo de estudio, relectura y redescubrimiento como lo son los autores que logran a pesar de los años, seguir iluminándonos y provocando estremecimientos.

La vida y la obra de este Poeta inagotable, quizá el más y mejor leído en la historia de la literatura mexicana. Y el autor nada menos que de La suave patria, un poema a la patria que podrías considerarse un atipoema, en el sentido de que no se trata de versos nacionalistas, sino que proponen una mirada a la patria personal, a la intimidad, un acto de perplejidad poética. No se propone abordar la patria oficial de los símbolos y los valores establecidos, sino redescubrir su capacidad de sorpresa; como un deslumbramiento estético, descubrir a la patria como si fuera algo que se está inventando en el poema, una patria que te da agua fresca en tiempo de calor.

Cuando nacemos, nos regalas notas, después, un paraíso de compotas, y luego te regalas toda entera suave Patria, alacena y pajarera. Al triste y al feliz dices que sí, que en tu lengua de amor prueben de ti la picadura del ajonjolí.

José Ramón Modesto López Velarde Berumen, nació el 15 de junio de 1888 en Jerez, Zacatecas, y murió en la Ciudad de México la madrugada del 19 de junio de 1921, a la edad de 33 años, en un poema había escrito “la edad del cristo azul se me acongoja”, quizá como un elemento de premonición.

Una noche, después de merendar con amigos, el poeta emprende una de sus usuales caminatas nocturnas, sin rumbo, por la Alameda, avenida Juárez, el Caballito, el Paseo de la Reforma. La temperatura desciende. Un amigo que lo acompaña le ofrece tomar un coche para llevarlo, pues el poeta no acostumbra usar abrigo, pero éste declina la oferta y continúa a pie hasta su casa en la Avenida Jalisco, hoy Álvaro Obregón, en la Colonia Roma de la Ciudad de México. Esa noche contrae una bronconeumonía y muere, días después. “Lo habían matado, dos de esas fuerzas malignas de las ciudades que tanto temiera: el vaticinio de una gitana que le anunció la muerte por asfixia y un paseo nocturno en el que quería seguir hablando de Montaigne”, contó José Luis Martínez quien en 1946 reunión sus obras completas como un devoto lector de López Velarde, que incluso recopiló los papeles sueltos que dejó. López Velarde publicó dos libros en vida, y tres póstumos.

La causa médica de su muerte no llegó a ser oficial del todo. Bronconeumonía, dijeron los papeles; una enfermedad indecible de la carne, hablaron los chismosos una mortal tristeza, quisieron pensar otros.

Ramón López Velarde fue el primero de los nueve hijos un abogado. A finales del siglo XIX, su pueblo jerez debió tener algunas ocho cuadras a la redonda, casas con patio interior, todo rodeado por huertos y haciendas. Tiene singular relevancia también la hacienda de la Ciénega, a unos cuantos kilómetros, donde moró Josefa de los Ríos, Fuensanta, la musa del poeta.

En 1894 comienza sus estudios, sus compañeros lo retratan como reservado y tímido. Hacia finales de 1898, su padre es nombrado notario público en la capital de Aguascalientes, y la familia se muda d. A la edad de 10 años asiste a la escuela para niñas de Angelita Díaz Sandy, recordada en su prosa como “La escuela de Angelita”. En octubre de 1900 ingresa al Seminario Conciliar y Tridentino en donde sus ánimos por convertirse en sacerdote declinará y abandonará el recinto para estudiar abogacía. En esta institución cursa los dos primeros años de humanidades y obtiene distinciones por dedicación y buena conducta.

En 1903 comienza a poner por escrito sus sentimientos amorosos por Josefa de los Ríos, a quien frecuenta durante las vacaciones escolares, cuando volvía a su pueblo natal. Inicia, al año siguiente, su colaboración en el semanario El Observador, de la ciudad de Aguascalientes allí publica “A un imposible”, el más antiguo de sus poemas, en 1905. En 1906 funda la revista literaria Bohemio. A finales de 1907 ingresa al Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí, en la carrera de derecho, pero, poco después sufre la perdida de su padre y abandona el instituto para regresar a Jerez, y servir como a apoyo de su familia.

Por fin en 1911 obtiene el título de Licenciado en Derecho. Se le exime del examen profesional por sus excelentes calificaciones. Casi inmediatamente después de su titulación es nombrado Juez de Primera Instancia en la localidad de El Venado, San Luis Potosí, cargo que ejerce durante sólo tres meses. En marzo de 1912, Ramón López Velarde llega a la Ciudad de México.

Inicia una amistad intelectual con el poeta, periodista y diplomático José Juan Tablada, y posteriormente con Artemio de Valle-Arizpe. Su presencia en los medios impresos se incrementa, sobre todo en los rubros de crítica literaria y periodismo político. Regresa a San Luis en dónde se sabe que pasa estrecheces económicas.

En enero de 1914 regresa a vivir a la capital y logra cada vez más admiración entre sus coetáneos. Desde que comienza a publicar autores como Xavier Villaurrutia intuyen la importancia de su obra.

En 1916 publica su primer libro, La sangre devota, que dedica a “los espíritus” de los poetas mexicanos Manuel Gutiérrez Nájera y Manuel José Othón. El libro recibió una buena acogida en los medios literarios mexicanos. Allí aparece la liturgia católica, asociada por el autor al mundo idealizado de su infancia provinciana y única esperanza de refugio para su atribulada vida ciudadana. El libro reúne 37 poemas, en los cuales es posible descubrir los temas sobre los cuales se va a desenvolver toda la obra de Velarde: el amor, el desamor, el dolor y la preocupación y sobre todo la incertidumbre por la patria.

En 1917 muere “Fuensanta”, quien dejará su estela en la sucesiva obra de López Velarde, años antes había conocido a quien confiesa su amor Margarita Quijano, pero la negativa y el rechazo tajante de parte de la musa lo conduce a instalarse definitivamente en soledad. Publica Zozobra, su segundo libro que aparece en 1919, en la imaginación del poeta las mujeres se convierten en símbolos de una particular visión estética.

López Velarde se declara amigo de una nueva generación de literatos entre los que menciona a los poetas Carlos Pellicer y Salvador Díaz Mirón. Deja de ser director de la revista Pagaso a causa de su nombramiento en el Departamento Jurídico de la Secretaría de Gobernación.

En mayo 1920, la rebelión obregonista hace huir al gobierno y el presidente Carranza es asesinado en Tlaxacalaltongo, Puebla. El poeta pierde su trabajo y ya no participa más en el gobierno. Comienza el año de 1921 dando clases de literatura mexicana e hispanoamericana en la Facultad de Altos Estudios. Tras celebrarse en 1921 el primer centenario de la independencia de México escribe La Suave Patria y el 19 de junio muere. Su leyenda la refuerza ‘La suave patria’, una obra que es un clásico en la que se siguen encontrando nuevas lecturas, con fascinación extraordinaria. El poema que se convirtió en un icono y símbolo nacional fue aplaudido y compartido por grandes escritores por sus elementos regionalista, temas de época, alusiones de la liturgia, cuaresma, geografía cristiana, la obra ha tenido grandes lectores como Pablo Neruda, quien dijo que descubrió la verdadera realidad de las cosas y de sí mismo a punta de metáforas y versos. Otros de sus lectores son Octavio Paz, Jorge Luis Borges, Juan José Tablada, Jaime Torres Bodet, José Emilio Pacheco, Juan José Arreola, Gabriel Zaid, Víctor Manuel Mendiola, Juan Villoro o Fernando Fernández, analizaron y siguen analizando con novedad la obra del poeta de jerez que habla de una patria que no sea la de los grandes héroes, sino un sentido más intimo de la pertenencia, patria que nos susurra que somos de este sitio

Tras su muerte José Vasconcelos, hace las gestiones para que el gobierno tome los funerales a su cargo y para que sea velado en el Paraninfo de la Universidad de México, hombre ilustres de las letras y la política realizan los homenajes y las guardias junto al féretro. Y el presidente Álvaro Obregón decreta tres días de luto nacional. Vasconcelos, publica decenas de miles de ejemplares de la Suave Patria, y el poeta a los 33 años ya era una leyenda

En los años siguientes su importancia en la literatura nacional es refrendada con numerosos estudios críticos, reediciones, conmemoraciones en todo el país. Sus poemas póstumos fueron reunidos en Son del corazón (1932) y su prosa en El minutero (1923).

Llamar a López Velarde poeta nacional es ambiguo, ha pesar de que ha sabido capturar las escancias de lo que somos. Su suave patria es un poema entrañable, único, profundamente moderno…

Diré con una épica sordina: la Patria es impecable y diamantina.

Su poesía es rimada y en ella fija el soneto estable en un sentido de la rima. Casi siempre escribió sus poemas de manera métrica, es decir midiendo los versos, selvas de versos medidos con perfecta libertad combinado las sílabas; en la Suave Patria recurre a los versos alejandrinos de 14 sílabas, para llegar a ese tono conversacional:

Suave Patria: te amo no cual mito, sino por tu verdad de pan bendito; como a niña que asoma por la reja con la blusa corrida hasta la oreja y la falda bajada hasta el huesito.

En su obra la provincia tiene el lugar universal que le corresponde, pero también están las ondulaciones de la conciencia humana entre el deseo y la realidad, entre la pasión en espíritu, entre la carne y el alma. Ese enfrentamiento hace que su poesía sea tan atractiva y tan revolucionaria.

La figura de López Velarde se ha convertido en fundamental y una celebración para quienes acceden a su obra; en su tierra natal se encuentra El Museo Interactivo Casa Ramón López Velarde, en Jerez de García Salinas, Zacatecas. Un museo dedicado al poeta, construido en la casa donde vivió sus primeros años. Tiene cinco habitaciones, estancia, cocina y un patio central con pozo.

López Velarde no quiso tener familia ni pareja estable. Se enamoro, pero renunció a tener esposa, querían un empleo mercenario de unas horas que les permitiera ejercer su trabajo más profundo de escritor.

Como la sota moza, Patria mía, en piso de metal, vives al día, de milagros, como la lotería. Tu imagen, el Palacio Nacional, con tu misma grandeza y con tu igual estatura de niño y de dedal.

Ahora solo nos queda ir a nuestro librero y tomar un ejemplar de Ramón López Velarde para seguir homenajeando su escritura, y felicitar a otro poeta, que justo acaba de ganar el Premio Iberoamericano Ramón López Velarde: Ernesto Lumbreras, por su valiosa aportación al estudio de a obra velardiana, y en particular por su libro: El acueducto infinitesimal, en el que narra los últimos 9 años de la vida de López Velarde.

Patria, te doy de tu dicha la clave: sé siempre igual, fiel a tu espejo diario; cincuenta veces es igual el AVE taladrada en el hilo del rosario, y es más feliz que tú, Patria suave.

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