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Actualizado: 15 feb

Me acuerdo de él toreando coches cerca de una arena de lucha libre, nadando en el mar de Marquelia, pintando las sillas de la choza donde nos quedábamos, haciendo infinitos juegos de palabra, giocco de parole como decían los amigos italianos , como ellos hablaba con las manos .  Tenía una Insustituible energía, como si exsudara pintura. Me acuerdo de un pequeño cuadro de él- la cara misteriosa de una niña – en la vitrina de una galeria cerca de la zona rosa: hubiera dado todo lo que poseía para comprarla, para tenerla pero no tenía casi nada y ya se había vendido.  Santiago tenía un mundo interior tremendo, poblado de furia, de destierro, de un inmenso amor que desbordaba y se veía en sus ademanes, en su risa, en su sed perpetua de todo. Para él todo era obra.  Me acuerdo de nuestros paseos en la ciudad de Oaxaca, el recogía hojas , con un ojo especial para la belleza vegetal, que el iba a insertar , pegar y transformar. A veces sus cuadros se movían.También en aquel tiempo era fotógrafo, sabía captar o provocar el instante decisivo. Era un maestro del rombo. Se me hace que con base a esta figura componía sus paisajes, sus fondos o más bien dicho que el rombo era la trama de sus sueños. Los colores café ,negro, hasta venidos de su propia sangre, hacían a mi juicio subir el sueño hasta la superficie, donde se detenía. Extraño Santiago. En su juventud no paraba de hervir, luego se tranquilizó al parecer como agua dormida ,sin dejar de producir obras cada vez más grandes, más impetuosas hasta que el cangrejo fúnebre lo detuvo. Querido amigo fuiste un gran mago.

DOMINIQUE LEGRAND . 2 de Noviembre de 2020.

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