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Lucha libre: diez luchadores mexicanos perdidos en el invierno francés y como se libraron

Decía el Nitro, uno de los seres más cuerdos de la historia que voy a contar: —Siempre me imagino a las personas como animales. Sangre Azteca es águila, el Christian es una serpiente –al decir esto, Nitro dibujaba con las manos los movimientos de una víbora, con la lengua al acecho–. Y tú… eres un búho, siempre viendo, siempre quieto—. El búho era Orlando Jiménez, historiador de la lucha libre, réferi y, en aquella ocasión promotor de una gira memorable.

Todo empezó en Julio del 2009. Un diseñador de moda mexicano que vivía en Paris, Juan Pablo López, le propuso a Orlando llevar a cuatro luchadores mexicanos para inaugurar, en un ring puesto en la entrada, la feria de arte de Basel, Suiza. Ahí lucharon Sangre Azteca y Dragón rojo contra El hijo del fantasma y Stuka Junior. Fue todo un éxito. Luego se concretó otra cita, en El Carrusel del Louvre, en Paris, esta vez con El Hijo del Santo contra Cassandro. Este último, bastante afeminado en su presentación, se ganó los favores del público que venía a un desfile de moda, y fue una de las muy pocas veces en las que al Hijo del Santo le tocó el papel del malo. Hasta fue abucheado…

Entre tanto, el diseñador de moda organizó un encuentro entre Orlando y un directivo de la lucha libre en Francia, Fausto Constantino, presidente de la APC (Association des Professionnels du catch) cuya sede estaba en Nanterre, cerca de Paris. Fausto quería traer luchadores mexicanos a Francia. Había dos señores interesados en organizar un gira: El tal Christian, mencionado al principio de este texto, promotor de torneos de boxeo y un socio capitalista, el señor Joseph, respectivos ciudadanos argelino y libanés.

—La cita se me hizo muy rara, como en una película de Jim Jarmush –me comenta mi amigo Orlando–. Fue en un MacDonald’s de Nanterre, un lugar sin chiste, frío además, desalmado—. Se concertaron las condiciones de la gira: Tres funciones en tres sábados seguidos, quinientos euros por función por cada uno de los diez luchadores y los dos organizadores, mas viaje y gastos. Se acordó que los luchadores estarían alojados en una ciudad donde por lo menos habría un gimnasio para entrenar.

Esto fue en septiembre. Lo extraño para la parte mexicana era que los combates se iban a dar en noviembre, lo que le parecía algo precipitado para reservar salas grandes y organizar todo. Pero pensaron que así hacían los franceses… Total, se pusieron de acuerdo. Christian, Joseph y Fausto viajaron a México para hablar con la gente del Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL). Se les invitó a una excelente comida. En el calor de las copitas, Paco Lutteroth, el presidente del Consejo, se dirigió a Fausto y le dijo: —En ti confío—, lo que causó cierto malestar entre los dos otros invitados. Luego Joseph contó una historia de un juicio al final del cual el dinero en litigio se encontró escondido dentro del bastón que el acusado había entregado al juez. —Me tocó traducir –dice Orlando– pero no le entendí la razón del cuento hasta el último día de nuestra estancia en Francia—.

Todo empezó muy bien. Llegaron a un hotel Ibis en Nanterre, fueron a cenar rico en un restaurante cerca del Arco del Triunfo. Y al otro día, es decir el primer sábado, se presentaron en la ciudad de Beauvais, con tres mil espectadores, y a todos se les pagó lo debido, como se suele hacer, al finalizar las peleas. Aquí estuvo, por cierto, Anne-Marie Mergier, la corresponsal en Francia de Proceso –¡saludos, amiga!–.

—Estábamos muy contentos. Luego nos llevaron a nuestro nuevo hotel y allí las cosas se pusieron más difíciles: no estaba en una ciudad, sino en un pueblo perdido entre Le Havre y Etretat, ni siquiera al lado del mar, en un pueblucho llamado Le Tilleul (El Tila). Y aquí no había gimnasio alguno para entrenar. Se sintieron defraudados.

¡Imagínate a diez jóvenes luchadores mexicanos acostumbrados a llevar una vida propia, con sus cuates, su comida, su familia, que de repente se encuentran estancados en un lugar perdido, dependiendo de la buena voluntad de los organizadores o de dos señoras mexicanas (de una asociación Normandía-México) que vivían en la comarca, para desplazarse! No hablaban nada de francés, tenían recurrir siempre a los organizadores—.

Para ellos, la tierra de Flaubert y de Maupassant no era romántica ni aún menos naturalista. Hacía un frío mortal, sabían que iban a quedarse tres semanas ahí en estas condiciones, con un viento gélido, sin teléfono disponible en el hotel para comunicarse con sus familiares (a las cinco de la tarde en México, o sea las once dela noche en Francia). Tenían que hablar con tarjetas desde la única cabina telefónica del pueblo, frente al cementerio. Muchos estaban hartos ya desde la primera semana. Hubo algunos pequeños enfrentamientos entre los luchadores.

Dice Orlando: —Esta situación era como tener a leones enjaulados—.

Además, el internet funcionaba muy mal. Una de las luchadoras, Marcela, se sentaba afuera en las escaleras del hotel para poder captar su telenovela favorita, Las mujeres asesinas, entre rayos, tormentas y neblina congelada. El ambiente general era muy raro, a veces casi nefasto, mustio y abrumador, como cuando uno de los luchadores vio, desde la famosa cabina telefónica el fantasma de Orlando en el cementerio, mientras que mi amigo –lo certifica él–lo esperaba en el hotel. Se aburrían, estaban desconcertados. Como no tenían el gimnasio prometido, les hacia falta la rutina del ejercicio cotidiano. Fue, para ellos, una semana perdida, entre el cielo gris, el monumento a los muertos de las últimas guerras mundiales, y las innumerables vacas normandas…

Se hizo una reunión de prensa en un restaurante frente al mar, cuyo dueño era el marido de una de las señoras franco o más bien normado-mexicano, con mariscos y bebidas suculentas. Todo mejoró. Ya se acercaba la segunda función en Le Havre, en un lugar grande llamado Docks Ocean. Hubo 2800 espectadores.

Cabe recordar que se pagaba a cada quien al final de las funciones. Esta vez, el Christian y el Joseph argumentaron que se habían vendido menos boletos de lo esperado, que los bancos estaban cerrados, un problema de liquidez, decían. Aducían que muchos boletos se habían regalado. Dijeron que iban a pagar el lunes, pero no les dieron su paga hasta el jueves. Ya la tensión había aumentado bastante. Todos sentían que había algo chueco. El miércoles de esta segunda semana, Joseph dijo que quería posponer la última función de Rouen, ya que no había suficientes entradas registradas. Los luchadores se dieron cuenta de que la publicidad para dicha pelea era miserable, hasta en internet y que no podían pagarles lo concertado para el tercer encuentro.

¡Adiós, bye, bye, y nos vemos pronto!

Se reunieron todos en la gran sala del hotel, los diez luchadores, Orlando como organizador y traductor y los dos dizques patrocinadores. La escena vale su peso de oro: La propuesta de Christian y Joseph era que todos se fueran sin el tercer pago, pero que en marzo del 2010 se organizaría otra gira, en la que se les iba a pagar bien, más lo debido de Rouen. La trampa era evidente. Cada uno de los luchadores habló, diciendo porque se debía darle lo pactado, que su familia esperaba el dinero, que mientras estaban en Francia habían perdido contratos en México, que lo firmado tenía que respetarse. Frente a eso, los dos promotores le decían en francés a Orlando que eran cuates, que nada más era un problema circunstancial, nada grave, hasta que Sangre azteca se enojó y le espetó a Christian: —¡Chinga tu madre!— A Orlando le tocó traducir con un leve: —¡Nique ta mère!— Los luchadores les dijeron a los promotores: —Ustedes no se van del hotel si no nos pagan, uno puede salir, el otro no—. El señor Joseph se puso el sombrero, tomó su maletín y se fue en su coche. Jamás lo volvieron a ver.

Entre tanto, Christian en su cuarto hizo mil llamadas telefónicas, hasta que llegó un señor con todo el dinero en efectivo. Parece que en esta historia muchos perdieron, y en particular los normandos que nunca fueron pagados, pero misteriosamente suspendieron su demanda judicial.

Los luchadores volvieron a México en la fecha prevista. Le pregunto a mi amigo: —¿No se enojaron contigo? —No, fíjate –me dice–, varios me preguntan cuándo vuelvo a organizar otra gira por Francia. Al final pienso que fue una de las pocas veces en que no fueron defraudados—.

La Caravana de luchadores profesionales del CMLL y el referi Orlando El Furioso, que cumplió con dos fechas en Francia en noviembre de 2009. De izquierda a derecha: Sangre Azteca, Misterioso II, Nitro, Dragón Rojo, Hiroka, El Furioso, Marcela, El Valiente, Stuka Jr., El Sagrado y El Hijo del Fantasma. Foto: Nicola Okin 2009.

Cartel de la Gira EMF (Entre France-Mexique). Archivo Orlando Jimenez R.

El famoso hotel normando o la jaula de los leones. Archivo Orlando Jimenez.

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