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Rutas literarias

El 95 aniversario del nacimiento de Jaime Sabines

By Rutas literarias

“Se ríen… de los que aman a perpetuidad verídicamente, de los que creen en el amor como una lampara inagotable de aceite.”

Los amorosos, Jaime Sabines

A Pilar Jiménez Trejo

La semana pasada, el 25 de marzo, Jaime Sabines, poeta mexicano, chiapaneco, cumpliría noventa y cinco años de nacimiento. Sabines a través de sus poemas nos dejó, a los mexicanos y al mundo, un gran legado literario, ya que como decía su biógrafa, Pilar Jiménez Trejo: “Cuando tuve la suerte de ir al Líbano a presentar el libro, me maravilló enterarme que había cinco críticos en el público, por lo menos, interesados en la obra de Sabines y en traducirlo y alguien del público dijo que parece un poeta que nunca hubiera salido del Líbano”. Al citar esto quiero dar a entender al lector la trascendencia de la poesía de Jaime Sabines, que a pesar de haber nacido mexicano, sus poemas son cercanos a la poesía árabe.

Escuchaba el poema de Los amorosos, extraordinario totalmente, con muchas metáforas y hasta eufemismos, si digo que “los amorosos” es un eufemismo por no decir “los promiscuos” sería mucho de mi parte, ya que el poeta nunca habla entorno a sus poemas, cuando lo entrevistaban se remitía a lo que era el proceso creativo y como la poesía llegaba a él, como un bate, que espera ser inspirado por las musas y en realidad tampoco sabe mucho de lo que escribe, era más que un intelectual un artista.

Sabines en un principio estudió medicina, luego de algunos años supo que no era su profesión, ya que era infeliz. Sabía en su interior, desde siempre que en las letras estaba su camino, por lo que estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la emblemática Facultad de Filosofía y Letras, en cuyas aulas, también, hubieron personajes como Rosario Castellanos y Carlos Fuentes.

Sabines: Apuntes biográficos me parece un libro estupendo, ya que no es un libro que habla solo del poeta sino que nos sumerge a la historia de México, política, cultura y sociedad de aquella época. Es una biografía contada en primera persona, hecha a partir de las grabaciones de las entrevistas que Pilar Jiménez Trejo le haría al poeta durante diez años. Este libro, no es una autobiografía (por si alguien llegará considerarla así), no solo por el hecho que Jiménez Trejo seleccionara, con mucho cuidado, el material que ocuparía de dichas grabaciones, sino, también, por la paciencia que tubo al preparar las entrevistas durante diez años al autor, y la investigación que realizó, característica del profesionalismo de la autora y el amor a la poesía de Jaime Sabines.

Lectores, disfrutemos de la poesía de Sabines, de las metáforas y eufemismos de Los amorosos, de los sonetos de Algo sobre la muerte del Mayor Sabines, del dolor de Espero curarme de ti, y no muramos de amor, sino que vivamos por el amor.

La Ciudad de Ohrid, ubicación y descripción

By Rutas literarias

Actualizado: 15 feb

Les dejo la segunda parte de la publicación sobre los frescos en la iglesia de San Pantaleón y San Clemente en Ohrid, Macedonia. Espero les guste querides lectores.

En la antigüedad Ohrid se llamaba Λυχνίς de Λύχνος ου que significa lámpara, podría traducirse por ciudad de la lámpara o ciudad de la luz. Se le llamó Ohrid por primera vez, según los vestigios, en 879. Desde la antigüedad griega pasó por muchas manos, primero la invadieron las ciudades-estado griegas, luego, Filipo el padre de Alejandro Magano. También, fue tomada por el Imperio Romano, después por el Bizantino y en el siglo VII la invadieron los búlgaros y eslavos[1]. Sin embargo, esto no acabó con las disputas y los imperios tanto de Oriente como de Occidente pelearon por largo tiempo la fe de los búlgaros. Y como mencioné antes, el credo que ganó esta riña fue el de la Iglesia de Oriental.

A pesar de las constantes invasiones por diferentes pueblos y culturas en la ciudad de Ohrid el Imperio Bizantino pervivió a través tanto de la cultura y de la religión. Ya exponía que fueron enviados a Macedonia dos monjes Cirilo y Metodio (862) quienes llevaron las letras a los búlgaros. Preslav[2], discípulo de Cirilo, inventó el alfabeto cirílico, precedente de otro alfabeto hecho por los monjes bizantinos, fue uno de los más importantes legados de Bizancio al mundo europeo oriental. Este alfabeto se basa en gran parte en el griego, sin embargo, también se tomaron del alfabeto hebreo tres de sus cuarenta y tres letras[3].

La escuela literaria de Ohrid se convirtió en uno de los primeros centros culturales del Primer Imperio Búlgaro, la escuela fue establecida en 886 por San Clemente Ohrid por orden de Boris I, la escuela participó en la difusión de las letras y la traducción eslava de la Biblia para poder evangelizar a la gente de la región, incluso, en medio de la disputa entre el patriarca y el papa, este último legitimó que la liturgia se hiciera en eslavo.

La mayoría de los clérigos desde el 1018 eran griegos, incluyendo el periodo de dominación otomana, hasta la abolición del arzobispado en 1767, esto propició que en algunos siglos se hiciera la liturgia en griego. A principios del siglo XVI, el arzobispado alcanzó su cénit administrando las Exarquías de Sofía, Vidin, Vlach y Moldavia, partes del antiguo patriarcado medieval serbio de Peć, e incluso los distritos ortodoxos de Italia, Venecia y Dalmacia.

Como ciudad episcopal, Ohrid fue un gran centro cultural para los Balcanes. Casi todas las iglesias bizantinas que han llegado hasta nuestros días son búlgaras, el resto de ellas son del periodo de la dominación serbia al final de la Edad Media.

II. El Monasterio de San Pantaleón en Ohrid (Ocrida)

Ya había mencionado que el monasterio de San Pantaleón[4] fue fundado por San Clemente discípulo de los misioneros Cirilo y Metodio. Restauró una iglesia paleocristiana, sin embargo, el emperador no quedó satisfecho de su tamaño y ordenó a San Clemente construir una más grande. Este complejo funcionó tanto para la liturgia como para centro de enseñanza y evangelización. Ya que se enseñaba la Biblia y el uso del nuevo alfabeto.

Además, el propio Clemente construyó una cripta dentro del monasterio; a su muerte en 916, fue enterrado en la misma.

Durante el siglo XV, los turcos otomanos convirtieron el monasterio en mezquita; sin embargo, un siglo más tarde permitieron la restauración de las iglesias y monasterios. Pero a fines del siglo XVI fue nuevamente destruido, y se levantó un nuevo edificio islámico, la mezquita de Imaret, que todavía existe[5].

Iglesia de San Pantaleón y San Clemente en Ohrid, Macedonia

II.2 La arquitectura del Monasterio, etapas de construcción, espacios, planos y distribución

La Iglesia de San Pantaleón y San Clemente y los restos arqueológicos de Plaosnik se encuentra en la parte alta de la ciudad, cerca de la fortaleza y del antiguo teatro. La actual iglesia se reconstruyo a principios de este siglo siguiendo el patrón original. Se cree que aquí se enseñó por primera vez el alfabeto glagolítico. El conjunto arqueológico de Plaosnik por su parte, cuenta con restos de mansiones, tumbas y algunos mosaicos de la época[6].

La iglesia de San Clemente y San Pantaleón fue destruida por completo en el siglo XVI, me imagino que solo quedaron sus paredes cubiertas de cal y pintura, porque en sus últimas épocas fue una mezquita y que ya entrado el siglo XX fue restaurado el lugar y descubiertos los mosaicos.

No hubo descripción alguna de la iglesia, pero, según lo que veo en las fotos es una iglesia de planta de cruz griega, por dentro contiene una nave central, tiene un ábside semicircular y una semicúpula. Así como vemos la foto de frente podemos ver un exonártex y endonártex. Es algo parecida a Santa Sofía, y es obvio, que el emperador Boris I quisiera construir una iglesia de tal magnitud, ya que la iglesia pertenecía al centro cultural más importante del Imperio Búlgaro, sin embargo, en el centro no hay una cúpula como en Santa Sofía, sino un tambor.

Con base en todo lo investigado, la Iglesia de San Pantaleón y San Clemente de Ohrid tuvo cuatro etapas de construcción, la primera y primitiva iglesia del Paleocristiano, luego la primera hecha por San Clemente, después una segunda construida por el mismo, ya en el siglo XIV fue convertida en mezquita y en el siglo XV destruida por los turcos.

Glosario de términos

Exonártex: Las basílicas paleocristianas y bizantinas tenían doble nártex uno interior, y otro exterior. Cuando se encuentra en el exterior de la fachada como pórtico abierto se llama exonártex.

Endonártex: Es un nárdex interior.

Credo Niceno: Es una declaración dogmática de los contenidos de la fe cristiana, promulgada en el Concilio de Nicea I en el 325 y ampliado en el concilio de Constantinopla 381

Filioque:Del latín filus y la particula copulativa que, filio es un ablativo de procedencia, significa que “proviene del hijo” es decir que el Espíritu Santo también proviene del hijo.

Autocéfalo: Autocefalía, en iglesias cristianas y especialmente en las ortodoxas y las ortodoxas orientales, es el estatus de una iglesia jerárquica en la que su obispo no responde a ninguna clase de obispo de mayor rango, es decir, que se autolegislan.

Synaxis: Una sinaxis es una asamblea litúrgica en el cristianismo oriental, generalmente para la celebración de vísperas, maitines, pequeñas horas y la liturgia divina

Ábside: Parte posterior del altar mayor de una iglesia, saliente por el exterior, que tiene planta semicircular, poligonal o lobular y cubierta generalmente abovedada.

[1] <https://es.wikipedia.org/wiki/Ohrid> [Consulta: 5 de septiembre de 2020].

[2]<<https://es.wikipedia.org/wiki/Alfabeto_cir%C3%ADlico#:~:text=El%20alfabeto%20cir%C3%ADlico%20es%20un,los%20hermanos%20Cirilo%20y%20Metodio>> [Consulta: 5 de septiembre de 2020]

[3] Sherrard, Philip. Las grandes épocas de la humanidad, Bizancio. Time Life, 2012. Pág., 12.

[4] San Pantaleón fue un santo mártir y médico que vivió en el siglo III.

[5] <https://es.wikipedia.org/wiki/Monasterio_de_San_Pantale%C3%B3n_de_Ocrida#cite_note-1> Imagen y Información extraída del sitio web [Consulta: 10 de septiembre 2020]

[6] https://www.airenomada.com/ohrid-lago-que-ver-como-llegar-macedonia/

El idea del superhombre en “La última tentación de Jesucristo”

By Rutas literarias

“todo tiene un doble sentido, un sentido visible y otro oculto. El común de las gentes sólo percibe el sentido visible y si se dice: una serpiente, y su espíritu no va más lejos. Pero el espíritu habitado por Dios ve, tras la serpiente visible, su sentido oculto[1]

Nikos Kazantzakis, La última tentación de Jesucristo.

A mis maestros de Letras Clásicas por infundirme el amor por lo griego.

Nikos Kazantzakis nació el 18 de febrero de 1883 en la isla de Creta y murió el 23 de octubre en Alemania. Estudió derecho en Atenas y en París siguió con sus estudios donde se vio profundamente iniciado por los principios filosóficos de Bergson y Nietzsche. Es uno de los escritores griegos más famosos de la modernidad, dos de sus obras más conocidas son Zorba, el griego y La última tentación.  En 1936 recibió el Premio de la Paz y fue candidato al Nobel de literatura dos ocasiones. En su candidatura recibió apoyo mayoritario de intelectuales europeos, sobre todo franceses. Sin embargo, por increíble que parezca, los propios poderes públicos griegos, bajo la influencia de la iglesia ortodoxa de Grecia, intervinieron en el Oslo para impedir que la nominación prosperara[2]. Incluso, fue la Iglesia Ortodoxa y Católica que lo hicieron pasar por un comunista ateo. Sin embargo, se ha llegado a la conclusión que Kanzantzakis era un hombre profundamente religioso, ya que como todo escritor sabe, no se puede exponer lo que no se conoce, y aunque el novelista griego siempre dejo claro que su obra no se basaba en los evangelios, pero, considero que los tenía muy bien conocidos y leídos.

Ciertamente, sus ideales religiosos siempre estuvieron en oposición con los filosóficos y trató de empalmarlos, muestra de ello es la Última tentación de Jesucristo. Por lo tanto era muy obvio que el Kazantzakis se sintiera muy cercano a Nietzsche, porque, también el filósofo alemán, provenía de una familia sumamente religiosa.

Y es muy claro que La última tentación es un texto sumamente religioso, pero, también, muy lleno de la filosofía nietzscheana sobretodo inspirado en Así hablo Zaratustra y el Anticristo. La novela abarca todo lo que sería el ministerio de Jesús o su predicación, es decir, el último año y medio de la vida de Jesús de Nazaret y culmina con su muerte en la cruz, que sería el nudo de la trama, aunque, siempre vemos un Jesús un poco miedoso e inseguro de lo que ha de venirle, con ello se muestra la parte más humana de este, hace mucho más difícil el sacrificio de Jesús en la cruz, una verdadera hazaña.

El director Martin Scorsese filmó la película, La última tentación de Jesús, basada en la novela homónima, en 1988, la película ganó el premio del Festival de cine de Venecia, fue nominada a otros premios como el Oscar y The Golden Globe en las categorías a mejor director y mejor actriz de reparto.

En el 2015, Carmen Vilela tradujo y editó no solo esta novela, sino, las otras obras literarias del autor, las que contienen un estudio introductorio para comprender más a fondo su pensamiento. Como ya había mencionado anteriormente, la novela cuando salió a la luz causó gran controversia, por lo tanto, en español no se tenía una edición directa del griego moderno, la que había, hecha por la editorial argentina Lohlé-Lumen, fue traducida desde la versión francesa La Derniere Tentation en 1973 y la misma casa editorial sacó la tercera y última edición en 1996. De allí, la importancia de la edición en Catedra, ya que es la primera hecha del griego al español.

Kazantzakis con su novela nos dejó como enseñanza que “la tentación más fuerte que puede tener un hombre es la de ser un hombre común”.

[1] Kazantzakis, Nikos La última tentación, edición de Roberto Bixio. Lohlé-Lumen, 1973.

[2] Kazantzakis, Nikos La última tentación, edición de Carmen Vilela Gallego. Catedra, 2015.

La casa de Asterión

By Rutas literarias

La casa de Asterión es uno de los cuentos más emblemáticos de Jorge Luis Borges, ya que le da otro sentido al mito del “Minotauro”. Borges cambia la perspectiva, ahora, Asterión es el protagonista en esta historia, el anti-héroe, parecería más un niño o un enfermo que solo quiere que su tormento acabe con la muerte. Escogí como lectura, porque es uno de mis cuentos favoritos y lo considero una metáfora de un niño con alguna deficiencia o discapacidad, a quien sus padres sobre protegen, tanto que lo terminan recluyendo y la vez, como conjetura mía, es reflejo del mismo autor, ya que toda su vida sufrió problemas de visión, tanto que se recluyo en los libros y era tan tímido que la gente habría considerado que era misántropo o hasta soberbio, sin embargo, todo fue a causa de la misma enfermedad que lo aisló y lo relegó en los libros.

Y la reina dio a luz un hijo que se llamó Asterión. APOLODORO: Biblioteca, III, I

Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo; aunque mi modestia lo quiera.

El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los días son largos.

Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos.) Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: “Ahora volvemos a la encrucijada anterior” o “Ahora desembocamos en otro patio” o “Bien decía yo que te gustaría la canaleta” o “Ahora verás una cisterna que se llenó de arena” o “Ya verás cómo el sótano se bifurca”. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.

No sólo he imaginado esos juegos; también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes. La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce [son infinitos] los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.

Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegaría mi redentor.

Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara todos los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?

El sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un

vestigio de sangre.

—¿Lo creerás, Ariadna? —dijo Teseo—. El minotauro apenas se defendió.

A Marta Mosquera Eastman.

Entrevista a Borges

By Rutas literarias

“El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espiritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los días son largos”.

La casa de Asterión

Jorge Luis Borges

Hoy, 24 de agosto, hace 121 años nació uno de los más ilustres hombres en la literatura iberoamérica, Jorge Luis Borges, su mente poliglota lo llevó a una mejor apreciación de la lengua española y desenvolverse en ella con gran maestría, a pesar, de que sabía tanto inglés como español y aprendió alemán de manera autodidacta. Muchos estudiosos y académicos lo consideran como el más grande lector de la historia, lo cual es una paradoja, ya que Borges sufrió de debilidad visual toda su vida hasta que se quedó ciego. Sus escritos y conferencias son un reflejo de su vida dedicada a la lectura[1].

También, es un gran referente de la Tradición Clásica en el siglo XX, lo hace que Jorge Luis Borges sea visto como un escritor cosmopolita, es decir, un ciudadano del mundo, ya que tanto su literatura y vida son el reflejo de ello, Borges nunca fue lugareño. Él se veía así mismo como una parte de un todo, como el resultado de una mezcla de culturas y vivencias generacionales. Todos los admiradores de Borges conocemos su obra y su gran mente. Sin embargo, en las entrevistas hechas por Joaquín Soler, nuestro admirado escritor refleja sencillez y humildad a pesar de su soberbia pluma, y a un Borges improvisado fuera de los lineamientos de las letras, por otra parte, también, lo que vuelve especiales y mágicas las entrevista de Joaquín Soler Solano a Borges es la dedicación y preparación que denota de antemano, o sea, el entrevistador está a la talla del entrevistado.

En sí, son dos entrevistas, una es completa, la otra está dividida en cuatro partes por parte de un programa de la televisión argentina. Los incito a que las vean estos reportajes, ya que descubrirán otra cara de Jorge Luis Borges.

Entrevistas:

LAS METAMORFOSIS DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

By Rutas literarias

Mucho me lo he pensado antes de hacer está comparación entre la gran obra de Márquez y la de Apuleyo; pero, ya que es una constante en mi cabeza expondré mis argumentos, en los cuales intento fundamentar que las principales inspiraciones y referencias de Gabriel García Márquez para escribir Cien años de soledad fue el Asno de oro o las Metamorfosis de Apuleyo.

Antes de leer la obra de Márquez, ya había leído la de Apuleyo, la obra de este último me pareció al leerla mucho más actual. Algo que me gustó y me resultó excelente de aquella novela primitiva fue su estructura de Fabula Milesia, es decir, son novelas de aventuras, historias populares, muchas veces obscenas; hay historias dentro de las historias cargadas se magia y sexo. En este primer punto Cien años de soledad es muy similar, hay varias historias dentro de las historias; muchas de las historias de Márquez son de origen popular de transmisión oral por parte de su abuela y madre.

Seré un poco más específica en la forma que considero que se parecen en estructura estas dos novelas, además, de lo que ya comente. Podría decirse que las historias están como en forma de espiral y el punto de encuentro de cada historia sería, por ejemplo, en Las Metamorfosis el periplo de Lucio. Por otro lado en Cien años de soledad las historias tienen su punto de encuentro en la familia Buendía. Otra grande semejanza que es evidente son los tópicos que manejan, las historias están cargadas de sexo y magia. Desde los primeros capítulos tanto en Las Metamorfosis como en Cien años de soledad está muy presente el tópico de la magia y obscenidad. En el Asno de oro Lucio, el protagonista, llaga a Tesalia con el fin de aprender magia y escuchar historias extraordinarias, se hospeda en casa de una bruja llamada Pánfila. Lucio se enamora Fóntide, discípula y sierva de Pánfila, los cuales viven un amor apasionado. Después, de la celebración del dios de la risa, Lucio ve a Pánfila convertirse en búho, por lo tanto el protagonista muere de deseos de transformase en ave al igual que Pánfila, y le suplica a Fóntide que le dé un poco del ungüento que, se puso Pánfila; pero, en lugar de convertirse en búho, se trasforma en burro.

En Cien años de soledad el tópico de la magia está presente en Melquíades, que sería como un mago moderno, un alquimista, quien es el que lanza el hechizo a la familia Buendía. Y claro, hay muchos temas obscenos, como el incesto que hay en la dinastía Buendía, escenas sexuales muy explicitas, las aventuras del Coronel Aureliano; el periplo de Aureliano II para encontrar a la mujer más hermosa que había visto; la matanza de obreros de la bananera, United Fruit Company… Toda la variedad de historias, personajes y viajes es lo que hace a Cien años de soledad muy parecida a una Fábula Milesia.

En los últimos capítulos el escritor colombiano hace alusiones a la literatura grecolatina de la que tiene mucha influencia el libro, pienso que lo hace al final como una forma de darle el crédito a las aportaciones que tuvieron estos en su novela. También, el burdel de Pilar se llamaba El Niño de Oro, y conjeturó que es en referencia a El asno de oro. Hay un fragmento del libro donde Márquez, hace alusión a los clásicos:

Las únicas personas con quienes se relacionó fueron los cuatro amigos, a quienes les cambió por libros los trompos y cometas, y los puso a leer a Séneca y a Ovidio cuando todavía estaban en la escuela primaria. Trataban a los clásicos con una familiaridad casera, como si todos hubieran sido en una época sus compañeros de cuarto, y sabía muchas cosas que simplemente no se debía saber, como que San Agustín usaba bajo del hábito un jubón de lana que no se quitó en catorce años…

Por último podría decir que a diferencia de El asno de oro, la historias desarrollada en Macondo termina en tragedia. Lucio es salvado por la “intervención divina” de Isis; sin embargo en Cien años de soledad termina con un bebé devorado por las hormigas.

Todo esto son simples conjeturas mías, el autor, Gabriel García Márquez, nunca habló sobre nada de esto al respecto. Aunque mi respaldo esta algo tan tangible como los textos.

Chepita, en las hojas del tiempo…

By Rutas literarias

(¿Quieres hacerme favor de sacar tus manos un momento, de soltar mi corazón?) J.S

El domingo 29 de marzo, a los 95 años de edad, murió Josefa Rodríguez Zebadúa, la esposa de Jaime Sabines, la mujer que inspiró las epístolas que se reúnen en el libro Los amorosos: cartas a Chepita (2009, Joaquín Mortiz/Planeta), la compañera del poeta que habló desde los límites del yo para favorecer la complicidad con sus lectores y ejercer la libertad de nombrar, en primera persona, los infortunios la muerte y defender la esperanza ante la vida.

Chepita, como la nombró siempre el poeta, fue la novia que le inspiró a escribir el poema “El día” con el que inicia Horal (1950), el primer libro que a los 23 años publicó Sabines, y con el que comienza también el compendio de toda su obra reunida en el Recuento de poemas:

Amaneció sin ella.

Apenas si se mueve.

Recuerda.

(Mis ojos, más delgados,

la sueñan).

¡Qué fácil es la ausencia!

En las hojas del tiempo

Esa gota del día

resbala, tiembla.

Como Sabines, Chepita se había trasladado de Chiapas a la capital del país para estudiar en la Universidad Nacional Autónoma de México, ella odontología y él medicina (después cambió por letras españolas). Ella tuvo que hacer una pausa en sus estudios por estar enferma y regresó a Tuxtla. En una carta de octubre de 1949 Sabines le escribe:

Acabo de recibir tu carta del 14, desesperada, apasionada, igual que un papel en llamas, más dura que la soledad. Te estás muriendo por esto y por lo otro, estás cansada, hastiada, sin sostén, vacía […] Correcto. Sólo que no se trata de eso. Se trata de algo más importante: de vivir.

[…]¿Qué cosa es todo eso? ¿Crees tú que tienes derecho a hacer lo que se te antoje, y a jugar con las esperanzas de tus papás y con el amor mío? ¿Crees tú, a un lado ellos, que no me perteneces, que no eres una cosa mía de mi vida, a la que tengo que defender aun en contra de ti misma? […] Yo ya te puse mi marca, te sellé ya con mi corazón. ¿Lo entiendes? Yo no te voy a dejar hacer lo que quieras de tu vida, porque si la lesionas me lesionas, y todo lo que hagas con ella lo haces conmigo. […] “¿Qué es la vida?” ¿Y todavía lo preguntas? La vida es quererte así, desaforadamente, y lograrte y defenderte. Llanto y risa y ruinas y esperanzas es la vida. Y no hay margen en ella para evadirla.


Harto bien sabemos, que la muerte espera en cualquier parte; a cualquier hora llega y zas, se acabó. Pero mientras estemos aquí, llorando o riendo, desesperándonos o esperanzados, tenemos que vivir […] Hay mucha gente que se enferma, hay mucha gente que padece soledad o sufre miseria. A la boca de todos los hombres acude el lamento, la desesperación, el grito. Somos animales de emoción, reaccionamos a todo lo que nos maltrata, tratamos de rebelarnos contra el mundo. Llegamos a última hora a decir: “Todo es vanidad y aflicción de espíritu” Pero a lo largo de todo este caminar hay también alegría y paz y consuelo. No pretendamos que la noche es todo. Tanto miente el que ríe demasiado como el que sólo llora. El mundo no es “un valle de lágrimas”; en él hay también el corazón tranquilo, la hora alegre.

Acude a tu corazón, acude al mío. Llora cuando tengas ganas de llorar, pero no estés llorando siempre. Cree que tu dolor es mi dolor, que yo padezco tu hambre y tu sed, que yo también desespero y maldigo, que yo también no sé qué hacer muchas veces […] La muerte no es ningún remedio para el que desea vivir. La muerte es un débil consuelo que no me sobornará nunca. Es aquí en la vida en donde tengo que encontrar remedio de la vida. Y una buena receta es el amor y el saber mirar por encima de mi hombro mis propias penas. Mi miseria es una parte de la miseria humana. Y pueden sufrir con mi corazón todos los hombres.

(…) Todo eso pasará. Ya verás. Lo único que no pasará es este amor de Jaime.

Una década después de la muerte del poeta (19 de marzo de 1999), Chepita decidió publicar algunas de las cartas que Jaime le escribió en los siete años de noviazgo y durante los 46 años de matrimonio, una relación epistolar que sostuvieron en los lapsos en que estaban alejados. De esa correspondencia nació ese libroque nos muestra la pasión, el amor y la sinceridad con la que habló el poeta a su mujer. En la presentación del volumen ella cuenta:

Jaime y yo nos conocimos desde muy pequeños. Entre nuestras familias existían viejos lazos de parentesco y amistad. Su madre y mi abuela materna eran primas en segundo grado, y mi padre fue testigo de la boda de tío Julio y tía Luz [los padres de Jaime Sabines]. Ellos, a su vez, hicieron el papel de tutores de mi papá, Luis, quien fue huérfano desde muy chico, en el importante acto de pedir la mano de mi mamá, Esther. El primer recuerdo consciente que teníamos de nosotros sucede a la edad de diez y once años.

Años después, de estudiantes en la preparatoria, tuvimos un primer noviazgo, que no duró más allá de unos meses. Ya en la ciudad de México, como universitarios, él en la Facultad de Medicina y yo en Odontología, fue que verdaderamente nos unimos. De eso tratan estas cartas, del inicio y progreso de nuestra relación, de nuestras inquietudes, del poeta que empieza a publicar su trabajo, de la vida de entonces narrada por Jaime.

La mayor parte de este intercambio se dio durante la ausencia de alguno de los dos, ya fuese que Jaime estuviera en Tuxtla y yo en México, o al revés. Las razones para estas separaciones abundaban: uno de los dos tenía exámenes y no iba de vacaciones, o se enfermaba y no podía viajar, o cambiaba de carrera, como Jaime, que pasó a la Facultad de Filosofía y Letras. A veces también faltaba el dinero o un problema familiar no nos dejaba compartir la vida en donde estuviésemos. Eran estas cartas lo que nos unía en la distancia.

Muchas de esas cartas son un portento de poesía sobre la mujer, el amor, la soledad y la escritura. En ellas hay referencias que veremos en los poemas de Horal, La señal, Poemas Sueltos o Diario semanario:

Hace un momento te dejé: ya me haces falta.

Hace un momento apenas te dije adiós, y ya ha recorrido mi corazón la eternidad.
(Febrero 29 de 1948)

Buenas noches, linda (ojalá te encuentre por aquí, en alguna calle del sueño. Es una gran alegría ésta de aprisionarte con mis párpados al dormir). (Julio 27 de 1948)

Chepita, mi Chepita: te quiero. Escúchalo también cuando no lo pronuncie. En mi corazón no hay cansancio. Lo digo lodo yo, aun no pensando en ti. Lo digo con todas las voces, lo grito con todos los silencios. (Agosto 10 de 1948)

Me doy cuenta de que me faltas y de que te busco entre las gentes, en el ruido, pero todo es inútil. Cuando me quedo solo me quedo doblemente solo, por ti y por mí. (Sábado 27 de octubre 1951)

El 21 de mayo de 1953 Chepita y Jaime se casaron. Sabines recordaba que en el momento en que el juez estaba consumando el matrimonio, llegó la marimba y comenzó a tocar “Siboney” y bailaron, porque siempre les gustó bailar… Y que aquel día llovió a torrentes.

En un texto que aparece en el libro, Carlos Monsiváis afirma que las cartas a Chepita del autor de “Los amorosos” son un documento y, con frecuencia, una expresión literaria; y que en estas misivas el poeta, como en su obra, también explora, los alcances de su espontaneidad:

“Las cartas de Jaime Sabines a su novia, Chepita, con la que se casará y tendrá hijos, admiten claramente su publicación porque, además de atestiguar una vitalidad amorosa en pleno desarrollo, contienen ejercicios de prosa poética con fragmentos muy afortunados que remiten a la gran literatura que ya escribía Sabines entonces. […] En las cartas, Sabines es un personaje de su poesía posterior […] Sabines escribe las cartas para, una vez más, persuadir a la amada de la naturaleza total del amor que se le ofrece, y por ello, por ejemplo, necesita plantear con rudeza las diferencias entre enamoramiento y amor:

Un ejemplo de esto:

¿Estoy enamorado en verdad? Yo sé que no es enamoramiento, es amor. Uno se enamora de cualquier mujer, a cualquier hora, en un encuentro fortuito, en una cita premeditada. Yo me enamoro a cada paso, de unos ojos, de una palabra, de un gesto oportuno, de una sugerencia, y no obstante sólo quiero a Chepita. En las demás es pura función estética; en Chepita es dación, entrega indefectible, transferencia (7 de noviembre de 1948).

Una de las cartas más espléndidas de este libro, como sucede con mucha frecuencia y con varias de ellas desde la aparición del mismo, se reproduce en textos aislados o pequeñas frases confundiendo su contenido, como si se tratase de un poema que hubiese escrito Sabines. Se trata de la misiva fechada el 22 de abril de 1949 y en la que se puede leer esto:

Aprovecha tu soledad. Acuérdate de todos los que queremos estar solos.

Verdadero martirio es no poder nunca estar solo. Pero tu pequeño cuarto y tú en tu pequeño cuarto es el mundo. Allí está todo. En tu corazón está todo: descúbrelo, sorpréndete, ámalo. Ve de milagro en milagro, de sorpresa en sorpresa, a lo largo de ti misma. Estas triste, es cierto, pero tú no eres tristeza, tú eres alegría y serenidad y paz. No mires solo un aspecto de ti misma, un accidente de tu propia substancia; tú eres todas las cosas juntas, y el mar y las estrellas y las rosas se anuncian en ti. No mires tu miseria, no te complazcas en ella; hazla a un lado, apártala, y cultiva lo que todos tenemos de divinidad adentro.

[…] El dolor se encierra en sí mismo y trata de multiplicarse a toda costa, trata de invadir todo lo que tenemos y somos: no lo dejes hacer eso, cúbrelo, apártalo, y saca al aire tu alegría y hazla crecer en ti, que ella es tu verdad, tu perennidad, tu vida.

Después de todo, no te digo que no te aburras, que no padezcas; te digo solo que pongas cada cosa en su lugar, que no hagas del fastidio toda tu vida, que no hagas de tu soledad llanto y ruina. Alégrate, complácete en tu cuerpo, dale vigor y fuerza y armonía; complácete en tu alma, dale serenidad.

En estas cartas leemos del joven que vive en un cuarto de pensión lejos del hogar familiar, que estudia letras en Mascarones, que lee y escribe poesía; recorremos con él las calles del centro de la Ciudad y las librerías; sabemos que está leyendo literatura española y francesa, y relee La Biblia; nos enteramos de sus reuniones con compañeros, como su paisana Rosario Castellanos, y sus maestros como “el viejito” Julio Torri:

Penetro en mi soledad (una cama, tu retrato, mis libros, papeles y humo de tabaco) y ya estoy con el miedo de caer a medio cuarto gritando y riendo y llorando y golpeándome la cabeza contra los muebles para ver si soy yo o es otro con mi nombre el que está aquí.

Esta correspondencia había permanecido privada entre Jaime y Chepita, incluso el poeta le había pedido publicar alguna en una revista, pero ella se negaba. Por fortuna para muchos lectores, en 2009 decidió compartirlas “para, comprobar que Jaime el poeta y Jaime el hombre son en realidad la misma persona”. El hombre que la amo:

Chepita puntual en mi corazón, insubstituible en mi deseo, exclusiva en mi pasión, definitiva en mi esperanza;
Chepita la última, la única; amor de hoy en invariable presente, llena de ayer y de mañana; dueña de mis ojos, único sitio para mis besos, carne para todas mis caricias, alma para todos mis sueños, última morada de mi amor viajero e imposible… (4 de junio 1948).

Josefa de Sabines:

Amor mío quiero amanecer contigo este veintiuno de mayo y también el mismo día dentro de diez y veinte años quiero amanecer contigo todos los días de mi vida. (Río de Janeiro, mayo de 1963)

Desde su aparición Los amorosos: cartas a Chepita se ha convertido en uno de los libros imprescindibles de Jaime Sabines, tanto como su Recuento de Poemas, y una delgadísima línea lo separa de sus versos.

En una conversación con Chepita me contó que en su relación tuvieron momentos difíciles, pero que tenían una regla: si uno estaba enojado, el otro se callaba y no respondía hasta que pasara el enojo: “Entendíamos nuestros silencios. Yo no me casé con el poeta, sino con el hombre. Esa fue la gran diferencia. El amor es lo más trascendental en la vida de todo ser humano, pero se modifica, se transforma con la confianza y la entrega hasta que llega el momento en que ya no se puede estar sin el otro. Un día, cuando ya estaba muy enfermo, me dio las gracias. ‘¿Por qué?¡, le pregunté. ‘Por haber sido como eres’, me dijo”.

En el Panteón Jardín está la tumba de Chepita y Jaime, y es probable que, como en poema de Adán y Eva, alguno de los dos pronuncie estos versos:

Algo he de andar buscando en ti, algo mío que tú eres y que no has de darme nunca.  ¿Por qué nos separaron? Me haces falta para andar, para ver, como un tercer ojo, como otro pie que sólo yo sé que tuve.

Yourcenar en el espejo de Memorias de Adriano.

By Rutas literarias

Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza

1 Timoteo 4, 12

Marguarete Youcenar fue una escritora belga, nació el 8 de junio de 1903, a pesar de haber tenido la nacionalidad americana, siempre escribió en francés, ha sido una de las escritoras más leídas y destacadas del siglo en esa lengua del siglo XX, se ha reconocido por su prosa poética y la erudición de sus libros, en especial por “Memorias de Adriano”; novela la que tardó en recopilar información y escribir cerca de veinte años. Una de las frases que inspiró a Youcenar la encontró en la correspondencia de Flauber: “Cuando los  dioses ya no existían y Cristo no había aparecía aún, hubo un momento único, desde Cicerón hasta Marco Aurelio, en que sólo estuvo el hombre”, entonces surgió la idea de describir al hombre de ese tiempo.

Memorias de Adriano es una especie de epístola dirigida a su nieto adoptivo, Marco Aurelio en sus últimos días, me recuerda a un tanto a las epístolas que escribió el apóstol Pablo a su hijo adoptivo Timoteo donde lo exhorta a perseverar en la fe y cuidar a la iglesia; así el emperador Adriano se dirige a Marco Aurelio, en la carta le da instrucciones sobre cómo ser un buen emperador y dirigir todo el dominio romano. También, demuestra el amor que Adriano tiene a todo lo griego que a la vez es un reflejo del filohelenismo de la autora misma. Es indudable que la misma autora se siente identificada con Adriano, incluso, al igual que Adriano, en la novela de ella, tuvo un amor platónico heterosexual. Es decir, hay muchos paralelismos con la vida de ella y la del protagonista de su novela.

Por otra parte podemos ver como Yourcenar describe muy bien la antigüedad, no solo a los griegos y romanos, sino también algunos otros pueblos como los judíos y persas. Asimismo describe las religiones de la época y pensamientos filosóficos que predominaron en la antigüedad.

El conocimiento de Youcenar sobre geografía se nota en la manera que describe ciudades, ríos y mares, en las notas que hace la autora sobre la novela dice que ella siempre cargaba un mapa de los dominios del imperio. En la siguiente cita se observa la maestría, la erudición y la belleza del texto de Youcenar, ya que sin duda es una obra maestra de la literatura del siglo XX:

Amé esa lengua por su flexibilidad de cuerpo bien adiestrado, su riqueza de vocabulario donde a cada palabra se siente el contacto directo y variado de las realidades, y porque casi todo lo que los hombres han dicho de mejor lo han dicho en griego. Bien sé que hay otros idiomas; están petrificados, o aún les falta nacer. Los sacerdotes egipcios me mostraron sus antiguos símbolos, signos más que palabras, antiquísimos esfuerzos por clasificar el mundo y las cosas, habla sepulcral de una raza muerta. Durante la guerra con los judíos, el rabino Josuá me explicó literalmente ciertos textos de esa lengua de sectarios, tan obsesionados por su dios, que han desatendido lo humano. En el ejército me familiaricé con el lenguaje de los auxiliares celtas; me acuerdo sobre todo de ciertos cantos… Pero las jergas bárbaras valen a lo sumo por las reservas que proporcionan la palabra, y por todo lo que sin duda expresarán en el porvenir. En cambio el griego tiene tras de él tesoros de experiencia, la del hombre y la del Estado. De los tiranos jonios a los demagogos de Atenas, de la pura austeridad de un Agesilao o los excesos de un Dionisio o de un Demetrio, de la traición de Dimarates a la fidelidad de Filopemen, todo lo que cada uno de nosotros puede intentar para perder a sus semejantes o para servirlos, ha sido hecho ya alguna vez por un griego. Y lo mismo ocurre con nuestras elecciones personales: del cinismo al idealismo, del escepticismo de Pirrón a los sueños sagrados de Pitágoras, nuestras negativas o nuestros asentimientos ya han tenido lugar; nuestros vicios y virtudes cuentan con modelos griegos. Nada iguala la belleza de una inscripción votiva o funeraria latina; esas pocas palabras grabadas en la piedra resumen con majestad impersonal todo lo que el mundo necesita saber de nosotros. Yo he administrado el imperio en latín; mi epitafio será inscrito en latín sobre los muros de mi mausoleo a orillas del Tíber; pero he pensado y he vivido en griego.

Es indudable que Youcenar dejo un gran legado con su novela llena de erudición.