Los jóvenes interesados en las artes escénicas como una forma de vida acaso ignoran que en el origen de las instituciones culturales los artistas fueron funcionarios públicos ejemplares en la medida en que ganaban suelos raquíticos y el trabajo que tenían enfrente era monumental. Como en toda tarea humana hubo aciertos y errores, actos heroicos y algunas bofetadas en las puertas del Palacio de Bellas Artes, pero quedaron fundadas las instituciones de la cultura artística y comenzó a forjarse en la práctica la figura del gestor cultural, teniendo al poeta Víctor Sandoval como el maestro de varias generaciones de promotores y administradores de la cultura.
En esa escuela se formó Alma Rosa Castillo, la madre putativa de los cientos de cómicos que se reúnen en la Muestra Nacional de Teatro desde los años 90 cuando la MNT tomó como sede por una década la ciudad de Monterrey. Los veteranos de aquellas reuniones recordarán que el primer rostro que veían al llegar al hotel era precisamente el de una mujer sonriente y atractiva que tenía paciencia de santo y un corazón de oro. Por 29 años Alma Rosa trabajó en el INBA en el área de teatro y hace unos días finalmente accedió a su jubilación desatando una lluvia de reconocimientos por su trabajo como ser humano. Lo digo así porque Alma no sólo fue una eficiente y proba funcionaria cultural sino una persona que dejaba el sueño por atender el resfriado de fulanito, el llanto de fulanita, los conflictos de los grupos y las vicisitudes que ocurren en todo suceso multitudinario.
Solemos desconfiar de los funcionarios públicos porque salta a la vista que se sirven de la función en lugar de entregarse a ella, pero sin funcionarios que asuman su deber como es debido el destartalado aparato cultural mexicano ya sería polvo de otros lodos. Yo perdí amigos por destacar como periodista los abusos e incongruencias de los funcionarios públicos sin presentar también los disparates del Sistema al que se enfrentan. El laberinto burocrático de las dependencias oficiales a los primeros que afecta es a los burócratas que deben cruzarlo a diario. Varios funcionarios del INBA se mesaban los cabellos en la cantina por la cantidad de obstáculos que debían de librar para cumplir las labores esenciales de la institución, porque cada sexenio se promete reducir los trámites oficiales y siempre se termina por complicarlos. Luego están las auditorias. Me consta la manera exhaustiva como se auditó en el gobierno de Peña Nieto al Fondo Nacional para Cultura y las Artes, y me consta también que nunca le hicieron observaciones que no se cumplieran, y sin embargo el presidente López Obrador desapareció el FONCA argumentando que los fideicomisos eran fuente de corrupción.
Ese es el ámbito en el que trabaja el funcionario público y por ello es doblemente valiosa la dedicación al trabajo de funcionarios como Alma Rosa, que cruzan ese pantano y si se manchan porque acompañan a los artistas a cruzar el fango burocrático hasta donde les es posible. Algunas veces todo lo que se puede hacer es darles vale de comida por abajo de la mesa a los grupos que se excedieron de personal, o invitarle el desayuno al director que fue a cobrar el trabajo realizado 3 meses antes y le dicen que el contador está de viaje.
Ya tendrá tiempo Alma de Rosa de escribir sus vivencias como funcionaria y las mil anécdotas que seguro atesora, porque además se le da el relato y en las redes sociales ha dado muestra de ello. Hace años que los viejos de la tribu y los primeros medallas Villaurrutia ya no vemos tu rostro a la llegada de las muestras, pero al meno yo no te olvido camarada porque durante muchos años disfruté de tu bonhomía, de tu tolerancia, de tu compañía, así que hoy que la vida nos ha retirado del centro del escenario podemos brindar gustosos por haber vivido un tiempo tan maravilloso y turbulento como pocos haciendo una tarea que nos mantiene vivos, sólo que ahora desde la platea. Ya nos ganamos ese privilegio querida Alma Rosa. Salud!