El viernes 19 de marzo de 1999, víctima de cáncer, murió Jaime Sabines en su casa, al sur de la Ciudad de México, seis días después el poeta habría cumplido 73 años.
“¡Qué nostalgia de ti cuando no estás ausente!”
El mes de marzo es un periodo para recordar a Jaime Sabines que nació y murió en este mes, que es también el tiempo en el que se celebra el Día Mundial de la Poesía, 21 de marzo.
Sabines es un poeta que nos asombra y nos conmueve a todos los que hemos leído sus versos; el peatón que nos enseño que “no hay que llorar la muerte, es mejor celebrar la vida”. Con sus palabras, encontramos de una u otra manera, por uno u otro camino, el consuelo humano, como me lo dijo en la primera entrevista que puede hacerle en 1988:
“Lo que uno tiene al escribir poesía es emoción: puede ser alegría, dolor, desesperanza. En ese sentido sí creo mucho en la palabra inspiración, o tal vez no sea inspiración sino alumbramiento…. La poesía no se escribe solamente con la actitud intelectual y reflexiva del hombre, el poema debe ser la emoción del hombre. Si lees un poema no estás buscando palabras sabias, profundas y filosóficas; buscas una emoción humana, y eso es lo que da el arte en general: la emoción de la vida”.
Hoy 19 de marzo, a 25 años de su muerte el mejor reconocimiento que sus lectores pueden hacerle al poeta será releerlo, como él mismo lo dijo: “El homenaje más importante es que me lean. Que mis libros sirvan de algo. Una vez, un muchacho me dijo que mi poesía lo había acompañado durante tres años en la azotea de su casa mientras estudiaba leyes. Cuando se recibió, me dio las gracias por esa temporada”.
Jaime Sabines, nacido en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, el 25 de marzo de 1926, nos dejó una obra que se mantiene viva. Fue un hombre que nació poeta y eso fue en su vida. Su Recuento de poemas, que reúne toda su poesía sigue siendo lectura indispensable, y objeto de nuevas traducciones. Sus temas fueron la condición humana, la soledad, el paso del tiempo, la muerte, y sin duda el amor, éste último continúan como favorito entre nuevos y jóvenes lectores que ya no conocieron en persona al poeta. En años recientes sus lectores han tomado como hojas sueltas fragmentos del libro de misivas que Sabines le escribió a su novia Josefa Rodríguez, Los amorosos: cartas a Chepita (2009), o testimonios de entrevistas para postearlos o twittearlos como si fueran fragmentos de sus poemas.
Alejado de los círculos literarios, y dedicado a ser vendedor de telas, muebles o alimento para animales, y en dos periodos cortos a la política como diputado, desde su primer libro Horal (1950), Sabines, tuvo una voz propia, y mostró ser un poeta que se revelaba a los lugares.
En 1951 aparece La Señal. Y en unas vacaciones en Chiapas escribe Adan y Eva, su primer poema largo que sería publicado once años después. Tras el matrimonio con Chepita, viviendo en Tuxtla y trabajando como vendedor de telas, y con la noticia del pronto nacimiento de su primer hijo, escribe su poema: Tarumba (1956), del que decía era «un canto a la sobre vivencia», uno de sus libros cruciales.
Sabines volvió a la Ciudad de México, para trabajar con sus hermanos en una fábrica de alimentos para animales. De establo en establo, recorría la ciudad con su camión repartiendo alimentos, actividad lo acompañará durante 17 años. En esos años la familia Sabines Rodríguez estaba completa: Jaime y Josefa con sus cuatro hijos Julio, Judith, Julieta y Jazmín, todos con nombres con J, para por elección del poeta.
En 1961 publica dos libros: Diario semanario y poemas en prosa y Poemas sueltos. Un año después la UNAM decide reunir su obra, hasta entonces escrita, en el volumen Recuento de Poemas.
Por ese tiempo su padre enferma de cáncer y el poeta, como una imposición natural ante el dolor y la cercanía de la muerte, comienza a escribir los versos que se han convertido en uno de sus más importantes poemas: Algo sobre la muerte del Mayor Sabines. El 30 de octubre su padre fallece y Sabines abandona el poema… Pero en 1964 la imposición del tema de la muerte lo obliga a escribir la segunda parte de ese largo soneto, que se publica hasta 1973. Antes ya había publicado Yuria (1967) y Maltiempo (1972).
En 1987 la editorial alemana Vervuert de Alemania publica una antología de Sabines, que lleva por título: Dein Kšrper neben mir (Tu cuerpo está a mi lado). Años después se publican otras antologías en Bulgaria, Cuba, Estados Unidos, Canadá, Chile, Francia y España. Además sus poemas se incluyen en antologías de poesía hispanoamericana editadas en más de una veintena de países. Nuevas publicaciones en italiano, árabe, francés, inglés y chino ha aparecido en años recientes.
En noviembre 1989, durante un viaje a Chiapas, resbaló en un escalón y se fracturó el fémur de la pierna izquierda. A partir de entonces la lesión dañó su cuerpo, que sufrió más de 40 operaciones. Sin embargo, este poeta que canta a la muerte para celebrar “la hermosa vida”, y alejado de los reflectores de la fama, tuvo que acceder en el último lustro a ofrecer varios recitales de poesía a los que asistieron multitudes. La empresa telefónica más grande de México editó una antología de Sabines con un tiraje de 500 mil ejemplares. En los últimos años el poeta fue invitado a viajar a ciudades de México y el extranjero para presentar nuevas ediciones de su obra, traducciones y lecturas de sus poemas. Jaime Sabines fue a festivales de poesía en Nueva York, Rotterdam, París, Madrid, Quebec. En esos años solamente dio a conocer un poema: «Me encanta Dios», y dejó la tarea a sus hijos de seguir revisando sus carpetas en las que escribía sus poemas, para hacer una selección de poemas inéditos a los que el propio Sabines puso nombre: Poemas rescatados, que esperamos se publique a partir de la minuciosa revisión de las carpetas que guarda la familia Sabines Rodríguez.
Dejaré algunos fragmentos de mi libro: Sabines. Apuntes biográficos, que cuenta ya con varias ediciones (coneculta-chiapas 2013 y Tusquets 2014, y en formato de audiolibro se puede conseguir en Audible de Amazón.
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La poesía no es más que un medio de comunicación, una manera de contacto humano. Por eso no creo en los poetas que se enamoran de las palabras, que juegan con ellas. Desde luego, la poesía es un problema de palabras: no podemos hacerla con los pies, pero uno debe aspirar a tener las menos palabras posibles para comunicar las emociones más auténticas del hombre.
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Tagore es uno de mis grandes maestros: me fascina por su sinceridad, por su ternura; posee un elemento al que yo aspiro: la profundidad de la poesía oriental. Lograrlo ha sido mi meta.
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En la poesía es mucho más difícil contagiar la alegría que el dolor, porque la alegría casi es una cosa exclusiva, casi es una cosa cerrada y permanente de nosotros. En cambio, el dolor es un hilo que nos ensarta a todos.
Yo he pensado que la poesía debe ser la sencillez, la claridad; no el simplismo, no la simpleza, pero sí la sencillez.
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La poesía trata de instantes, de momentos de la vida en que se debe de transmitir una emoción. Es un descubrimiento de la verdad del mundo, de las cosas que te rodean.
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La poesía puede ser una reflexión pero no tiene que ser ni discursiva, ni ideologizada; es el contacto de una emoción contigo mismo: te transmite siempre una emoción. Si no necesitas conmoverte o emocionarte, pues lee un libro de filosofía o de sociología. Si vas a buscar poesía, buscas la emoción del alma humana, el temblor del hombre.
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La poesía no es una melcocha que se derrita y eche dulzura por todos lados, sino una emoción bien contenida, no expresada abiertamente.
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Siempre he pensado que el poeta es el testigo del hombre y de la vida, que no se puede hacer poesía en una campana neumática donde el poeta esté totalmente aislado de la realidad; aparte de que escribe de manera cotidiana los sucesos, pienso que lo único que hace uno con la poesía es dejar testimonio del paso del hombre sobre la tierra.
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La poesía no fue un paliativo para la tristeza, pero sí muchas veces una catarsis.
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La poesía es una droga que se tomó una vez, un veneno vital que puso otros ojos al hombre y otras manos, y le quitó la piel para que sintiera el peso de una pluma. Quiero decir con esto que el poeta es el condenado a vivir…
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Nunca he pensado que la poesía sea nada más juglarismo, canto. El canto es importantísimo, hay que saber cantar, pero la poesía es también la búsqueda de la verdad humana.
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La poesía se realiza en la satisfacción de descubrir que hay alguien a quien le sirvió para vencer un momento de soledad o una angustia o un pesar, por contagio de los pesares del poeta, por sentir alivio de que el sufrimiento no está nada más en uno.
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Uno sabe que va a morir, es un hecho certero, pero no sabe en dónde, ni a qué hora, ni cómo. Ésta es la conclusión de toda la poesía de Jaime Sabines: hay que vivir intensamente, ardorosamente todos los días mientras uno viva.
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Lo que hace la poesía es revelar el mundo.