El pasado 2 de marzo se presentó en la FIL Minería el libro «Las razones menos pensadas»de Malú Guacuja del Toro. Entre los presentadores estaba nuestro colaborador Fernando de Ita. A continuación reproducimos el texto que leyó en el Palacio de Minería.
Ni en la literatura ni en la ciencia hay manera de hablar del futuro sin tener el pasado como referencia. Para no citar al caballito de batalla que es Julio Verne, hablo de Ray Bradbury, el escritor estadounidense que en 1950 viajó a Marte para mostrarle a sus paisanos que estaban perdiendo la sencillez de la vida bucólica y silvestre que existía en el planeta rojo, a fuerza de imaginarla. Y los años 50 gringos del siglo XX fueron fabulosos para el despegue del sueño americano, aunque esa parte adivinatoria que tienen los grandes escritores ya supiera que ese sueño se convirtiera en pesadilla.
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Ahora, abran el libro de la actualidad mexicana y mundial pero vista desde Nueva York, la capital del Imperio. ¿Qué ven? Supongo que nada porque estamos en México y por la ley de las probabilidades pocos de ustedes habrán vivido en Nueva York. Pero sucede que Malú Guacuja del Toro lleva 25 años en esa capital del mundo sin perder de vista lo que pasa en el país que ama por una razón muy femenina; es su matria. No su patria. Su matria, como llamó el historiador mexicano Luis González y González a la tierra chica donde nacimos, aunque la patria chica de Malú es inmensa porque vino al mundo en la ciudad de México.
Desde esa perspectiva, la autora de Las razones menos pensadas lo que miró en el presente fue el desastre del porvenir, y esa visión no vino de una bola de cristal sino de la red del ciberespacio que se inició en los años 70 como un emprendimiento de algunos jóvenes adictos a la tecnología que en el futuro que imagina la escritora habrá determinado nuestra forma de vivir y de morir, a lo pendejo. No me disculpo por el adjetivo porque es la manera más suave de calificar a los aquí presentes, yo incluido. Sí, señoras, señores y demás géneros sexuales, estamos dejando en la red las huellas de nuestro paso por la vida con tal detalle que en el tercer Milenio Marco Lozano Moreno y su amigo Arkadi inventarán una máquina del tiempo que revelará, entre otras cosas, que el 99 por ciento de los seres humanos nacemos por las razones equivocadas.
Como lo escuchan. Gracias al invento de Marco y Arkadi, capaz de recoger en el ciberespacio todas las huellas emocionales de nuestro devenir, se podrán saber las razones por las que nuestros progenitores nos tuvieron, y de acuerdo con los resultados de Yocastlé y Stupidgesta esos motivos son tan equivocados como la envidia que tiene una mujer por igualar la maternidad de su hermana. Yocastlé es la invención cibernética que recoge nuestra biografía digital y Stupidgesta la que se ocupa de seleccionar las siete razones por las que nacemos por todo, menos por amor. Aquí me pregunto si ese valor emocional que parece esencial para un vida plena existirá dentro de cien años. La autora del libro piensa que sí. Yo lo dudo y por ello estoy abierto a cualquier proposición indecorosa que venga del sexo femenino. Me apena limitar mi estatus amatorio a un solo sexo, pero con el mayor respeto por todas las derivaciones que se han develado en la sexualidad contemporánea, yo aun soy feliz con el sexo femenino. Aunque entiendo que es una de mis limitaciones.
Hablo así porque uno de los retos de la novela es que el personaje de Las razones menos pensadas es un hombre, pero un masculino singular porque fue procreado con amor y luego que sus padres biológicos fallecen es adoptado por una pareja gay que es una bendición para su vida. En el campo de la creación literaria es importante la elección del narrador porque va a determinar el tono y la orientación de su relato. Yo he intentado escribir en femenino y he fracasado. Malú logra hablar en masculino y se notaría más la parte en que habla en femenino de no ser porque le da a su protagonista no el privilegio de ser hermafrodita sino el recurso de razonar como hombre. Tener los dos sexos fue un desastre social en “el pasado”, pero hoy es otra de las formas de la sexualidad aunque a diferencia de la disposición de la naturaleza de que algunas de sus criaturas sean bisexuales, hoy es una formulación, más que biológica, conceptual. Yo soy mujer pero quiero ser hombre. O yo soy hombre y quiero ser mujer. Es un deseo que se cumple gracias a la tecnología, En cambio, la “desbiologizasión” de la literatura y el arte en general, para evitar que el pasado fuera como fue por las circunstancias concretas que sucedieron en todos los campos de la vida, es una de las estupideces más deleznables de hoy, no de mañana.
Corregir las obras maestras de la literatura universal para que concuerden con la corrección política de este tiempo infame es una violación al derecho más elemental del ser humano: el derecho a su propio albedrío. ¿Qué individuo, qué iglesia, que partido político, por encumbrado que sea, tiene el derecho de pensar por mí? Si usted está de acuerdo yo no, y menos Malú que escribió está fantasía realista sobre el porvenir precisamente para gritar que el lobo de la virtualización de tu vida ya está no sólo en tu casa sino en tu cerebro. Nos reímos de eso. Decimos: no es posible, cuando ya sucedió.
Y no fue por arte de magia sino debido a que los dueños de los medios digitales se unieron con el propósito de ser virtual y económicamente los dueños del mundo. Eso pasa hoy, de manera que el futuro que dibuja la escritora es un hecho consumado en el que ya existe Embrace Race un censor virtual que borra las palabras incómodas de los textos canónicos del pasado, un algoritmo que por sus testículos cibernéticos deciden el sentido de tus lecturas. Ese no es el futuro, es el hoy en el que matan periodistas por decir lo que atestiguan y donde las grandes plataformas digitales te censuran a ti por una opinión sin trascendencia pero apoyan como a un ídolo la política del supremacista blanco que tiene en sus manos la destrucción del mundo.
La fábula de Malú no es futurista a la manera de Ray Bradbury porque no describe el mundo por venir a detalle. Nos da algunas pistas y formula la existencia de algunos instrumentos del futuro pero una mujer que ha dedica la mayor parte de su vida a oponerse al patriarcado, la corrección sexual, lingüística y política; una mujer que a los 23 años escribió su primera obra de teatro y gano su primer premio literario, una camarada que ha hecho activismo social de hecho no solo de palabra; una mujer indómita, en suma, que tiene un rechazo visceral al arribismo de nuestra clase cultural y política, no puede dejar de advertirnos que el desastre de mañana ya está ocurriendo hoy, de manera que es más lo que nos dice del presente que del porvenir.
La cuestión es que Las razones menos pensadas es sobre todo una obra literaria porque tiene el don de la palabra. Tanto en la reflexión encubierta en la voz de sus personajes como en las partes irónicas del relato hay un dominio notable del lenguaje. Lo mismo en las historias paralelas que son inmersiones al tiempo interior del tiempo, porque no importa cuando ocurrieron sino cómo fue que sucedieron. La historia de los abuelos de Marco es hermosa por lo que condensa de cambio y de nostalgia, pero también combativa pues Marta Olivares, periodista de Radio Educación desenmascara el modus operandi de Úrsula Vázquez, el sumun de las matriarcas culturales del país. Este recuerdo es la parte noble de Yocastlé, la aplicación que permitirá en el tercer milenio recopilar santo y seña de la vida de todos que ha quedado en la famosa nube cibernética. Sería lindo para mi reconstruir mi infancia en las haciendas de Zotoluca y Chimalpa, en el estado de Hidalgo, al detalle, pero no querría saber porque me engendraron mis progenitores pues acaso esté fuera de esa minoría de minorías que fueron fruto del amor. Pensándolo bien, el pasado es irremediable. Como irremisible será el futuro que nos comparte Malú porque si siembras egoísmo y discordia disfrazada de amor al pobre, al ofendido, crecerá el neofascismo. Porque es un hecho que el populismo de Argentina, por ejemplo, devino en Millei, Y así está Hungría y los Estados Unidos, con gobiernos en contra de todos los derechos civiles que le costó a occidente sangre sudor y lágrimas. En la ficción de Malú, la dependencia humana a la droga cibernética termina siendo criminal. Cito un párrafo del libro:
Ese punto de implosión se dio cuando la gente debía consultar en línea no solo cómo se sentía o qué debía hacer para no sentirse así, ni qué estaba pensando, ni qué debía decir en toda ocasión y con qué palabras para sonar de qué manera, o qué medicinas y tratamientos recetarse en cada pandemia dependiendo de la congregación ideológica a la que perteneciera o a la estrella musical o de teleseries que siguiera, sino a quién debía matar y cómo.
Ya era tan evidente el descaro del poder para inventar una realidad paralela a los hechos concretos, que la sociedad de ayer acepta que las elecciones ya no sean para ver quién es el mejor candidato sino el peor de ellos porque solo le interesa su bien y el de los suyos. No más sutilezas. Que gobierne el más cretino de los hombres
En ese mundo expandido y limitado a la vez por la metatecnología, en el que el ser común es solo un algoritmo, Marco y sus amigos encuentran la manera de ganar una batalla contra la simulación en la que vive la sociedad de pasado y el futuro. Resulta que la diputada del partido en el poder, Juana Loera de Garza, está promoviendo a su falso hijo, Alejandro Hernández, para suceder al máximo líder porque cuando era niño su madre lo llevó a un mitin en el que el Apóstol del populismo le dio un beso de santo porque con el simple roce sus labios le curó de la polio. La verdad es que la diputada hizo todo un montaje para que esa hazaña pasara como cierta, porque al niño se lo prestó doña Silvia y nunca tuvo polio. Esto lo descubrieron Marco y Arkady gracias a Yocastlé, aunque lo brillante de su jugada no será sacar todos los documentos que muestran el fraude de la diputada sino borrarlos y hacer pasar como cierta la mentira. Para lograrlo cuentan con la complicidad de Alejandro que creció como un hombre de bien, de manera que a la hora de anunciar su candidatura en lugar de aceptarla dice toda la verdad poniendo en peligro a Marco por haber violado diversas leyes. Pero a Marco no le importa porque quiere terminar la novela con una frase en la que declara haber sido un hombre feliz, porque al final de la batalla ya no importa si ganaste o perdiste sino si realizaste tu tarea con corazón,
Son varias las peripecias que ni siquiera nombro en esta reseña porque glosar todo el libro no es la intención de estas líneas, pero no quiero terminar mi lectura de esta comedia humana sin mencionar que Marco está perdidamente enamorado de Paco, un atractivo y activo hombre poliamoroso que lo padrotea levemente y con su venia, porque no hay nada mejor para el amor que aceptar al ser amado tal cual es. Así esta fábula que halló la manera de ser contada en futuro aunque todo lo que nos espera en 100 años más ya esté sucediendo hoy.